ATENCIÓN: este cuento tiene lenguaje explícito y vocabulario que quizá ofenda a lectores sensibles. Si ese es el caso, por favor no lo lea.
Hecha la aclaración, van los dos primeros capítulos del cuento.
MORTY
Por Black Avenger
Hecha la aclaración, van los dos primeros capítulos del cuento.
MORTY
Por Black Avenger
I. Retrato de un perdedor multinacional.
Morton McLance Do Santos era un símbolo viviente de la realidad globalizada: su padre era escocés, su madre brasileña, sus abuelos paternos eran suecos e ingleses y los maternos argentinos y alemanes. Se educó en Bélgica, Holanda, Inglaterra, Francia y Estados Unidos… y vivía en Toluca, Estado de México, en un multifamiliar con nombre de líder sindicalista donde rondaban las ratas, cucarachas y vendedores ambulantes de películas piratas. Morty, como le decían sus amigos, no sólo era globalizado, sino deprimentemente postmoderno.
Su físico no reflejaba su linaje multinacional: era apiñonado, medía un poco menos de 1.70, estaba calvo y tenía tendencia a engordar, actualmente pesaba 98 kilos y su esposa lo había dejado, luego de insistirle por dos años que bajara de peso. No es lo mismo casarse con un tipo esbelto, con el cuerpo marcado, que vivir con un señor fofo que recordaba al vendedor de la tienda de cómics de Los Simpson. Un día de hace 3 meses, Morty llegó a su casa y encontró que su esposa había empacado todas sus cosas y la estaba esperando un tipo alto y moreno, 6 años menor que ella, en un convertible alemán. Morty ni siquiera tenía auto, jamás aprendió a manejar y estaba desempleado. Su esposa sólo masculló un “me voy” y subió al auto. Morty la vio alejarse y dijo en voz baja: “de todos modos casi nunca teníamos sexo”.
En resumen, Morty era un perdedor de primera clase. Acababa de cumplir 40 años, no heredó la estatura y físico impresionante de su abuelo sueco, ni la elegancia de su padre. Las pecas y ojos grandes de su abuela argentina era lo único que adornaba su rostro, que parecía el de cualquier ciudadano común de América Latina. Carecía de fortuna y nadie se lo tomaba en serio. En su cabeza sonaba constantemente la voz de Beck cantando Loser. A pesar de su patética vida, Morton McLance pasaba los días con relativa paz. Hasta que llegó ese 10 de julio fatídico, en el que decidió cambiar su existencia.
II. El 10 de julio.
Morty se levantó, como siempre, a las 10 de la mañana. No madrugaba porque estaba desempleado y sus actividades cotidianas eran ver televisión, mirar pornografía por Internet, masturbarse, comer y leer cómics. Cuando abrió los ojos, su reloj digital chino le indicaba que era 10 de julio y que debía cambiar la batería. Amodorrado, apagó la alarma del despertador y se levantó a ver televisión en el estudio de su departamento, por su mente pasó que el seguro de desempleo ya no le pagaría la mensualidad del hipotecario y perdería su hogar. Encendió el televisor y se dispuso a ver la repetición matutina de la última temporada de Smallville.
Los gustos de Morty eran los de un geek sin vida, de esos que mueren por infarto o diabetes, luego de décadas de ingerir comida basura, no hacer ejercicio y acabarse la vista discutiendo en foros de Internet asuntos tan importantes como si Tom Welling debería usar el traje negro de Superman o si la Mujer Maravilla se casaría con Batman o con Canario Negro. Su vecino del departamento contiguo, Jorge, un tipo de edad semejante a la suya, se burlaba de esos gustos cuando lo visitaba para, según él, darle ánimos. Mientras veía los anuncios previos al programa, Morty recordó la visita motivacional que Jorge le hizo el día anterior, en la que lo instaba a cambiar su vida:
- Morty, mírate esa panza, hace 6 meses estaba como tú, pero ve lo que hacen 2 horas de gimnasio diarias, dijo presuntuosamente Jorge, mientras mostraba su abdomen plano.
- No me interesa, estoy muy cómodo en casa, replicó Morty, mientras entraba al foro de superhéroes que tanto le gustaba.
- Pierdes mucho tiempo con esa gente, se tiene que estar mal de la cabeza o ser un mantenido para dedicar tantas horas a escribir sobre Superman como esos freaks, dijo con desprecio Jorge, mientras abría una bebida energética.
- Son gente buena, a veces son burlescos, pero es por su inmadurez, no le hacen daño a nadie, argumentó Morty, como lo había hecho en infinidad de ocasiones.
- Seguro, yo veo que se burlan de ti y de tus opiniones, la mayoría de ellos ni siquiera tienen un trabajo de verdad y no distinguen su pie izquierdo de su oreja derecha, yo no les daría trabajo, afirmó Jorge con desprecio.
- Pero son felices…
- Porque no tienen responsabilidades, ubícate Morty, es gente mucho más joven que tú, algunos podrían ser tus hijos… Bueno, tú sabrás, aún puedes recomponer tu vida, deberías buscar trabajo en algún diario o estación de radio, recomendó Jorge con el afán de entusiasmarlo.
- Nadie le da trabajo a los cuarentones, además ya hay muchos periodistas, mi carrera es de desempleo garantizado, dijo Morty en tono monocorde, sin expresar emoción alguna.
- Ten fe, mi buen Morty, tu vida puede cambiar mañana, sólo es cuestión de que quieras… bueno, me despido, tengo que visitar a la vecina del 11-K, quiere que le dé un masaje, dijo un sonriente Jorge que se despidió con un guiño y un signo de disparar una pistola, al tiempo que hacía una imitación de un engatillado.
Morty empezó a ver el programa y sintió por primera vez desesperanza, su existencia era tan distinta de lo que le mostraba la pantalla y, al escuchar a Remy Zero cantar Somebody save me, una lágrima corrió por su mejilla y empezó a llorar desconsoladamente. Odiaba su estúpida vida y ya no la quería padecer más. ¡Maldita sea, qué te hice para merecer esto!, gritó y siguió con sus sollozos.- No me interesa, estoy muy cómodo en casa, replicó Morty, mientras entraba al foro de superhéroes que tanto le gustaba.
- Pierdes mucho tiempo con esa gente, se tiene que estar mal de la cabeza o ser un mantenido para dedicar tantas horas a escribir sobre Superman como esos freaks, dijo con desprecio Jorge, mientras abría una bebida energética.
- Son gente buena, a veces son burlescos, pero es por su inmadurez, no le hacen daño a nadie, argumentó Morty, como lo había hecho en infinidad de ocasiones.
- Seguro, yo veo que se burlan de ti y de tus opiniones, la mayoría de ellos ni siquiera tienen un trabajo de verdad y no distinguen su pie izquierdo de su oreja derecha, yo no les daría trabajo, afirmó Jorge con desprecio.
- Pero son felices…
- Porque no tienen responsabilidades, ubícate Morty, es gente mucho más joven que tú, algunos podrían ser tus hijos… Bueno, tú sabrás, aún puedes recomponer tu vida, deberías buscar trabajo en algún diario o estación de radio, recomendó Jorge con el afán de entusiasmarlo.
- Nadie le da trabajo a los cuarentones, además ya hay muchos periodistas, mi carrera es de desempleo garantizado, dijo Morty en tono monocorde, sin expresar emoción alguna.
- Ten fe, mi buen Morty, tu vida puede cambiar mañana, sólo es cuestión de que quieras… bueno, me despido, tengo que visitar a la vecina del 11-K, quiere que le dé un masaje, dijo un sonriente Jorge que se despidió con un guiño y un signo de disparar una pistola, al tiempo que hacía una imitación de un engatillado.
- Nada, fue tu voluntad, dijo una voz pausada y clara.
Morty tuvo un terror de muerte, ¿quién dijo eso?, se preguntó mientras se levantaba del sillón para mirar a su alrededor.
- No te asustes, dijo nuevamente la voz, pero ahora tenía un cuerpo que un segundo antes no estaba: sentado en el sillón, un hombre que aparentaba 35 años miraba su reloj Vacheron Constantin de platino, usaba un traje Armani de seda negra, que hacía juego con la camisa blanca, corbata plata y zapatos de Hugo Boss.
- Ya es hora, Morty, dijo el personaje.
- ¿Eres la muerte?, preguntó lleno de miedo Morty. El personaje se rió.
- Jefe, por supuesto que no y me adelanto a tu próxima pregunta: tampoco estás loco, me dijiste que no tomarías conciencia tan fácilmente, afirmó el personaje con un tono que revelaba mucho aprecio y respeto.
-¿Quién eres?, preguntó Morty con miedo de escuchar la respuesta.
- Soy Gabriel, la apuesta de 1900 años ya concluyó, lo esperan en el Palacio. Hay muchos pendientes, señaló el personaje mientras se levantaba y abrochaba su saco de tres botones.
Morty tenía los ojos como platos e hizo la pregunta fatídica:- Ya es hora, Morty, dijo el personaje.
- ¿Eres la muerte?, preguntó lleno de miedo Morty. El personaje se rió.
- Jefe, por supuesto que no y me adelanto a tu próxima pregunta: tampoco estás loco, me dijiste que no tomarías conciencia tan fácilmente, afirmó el personaje con un tono que revelaba mucho aprecio y respeto.
-¿Quién eres?, preguntó Morty con miedo de escuchar la respuesta.
- Soy Gabriel, la apuesta de 1900 años ya concluyó, lo esperan en el Palacio. Hay muchos pendientes, señaló el personaje mientras se levantaba y abrochaba su saco de tres botones.
- ¿Quién soy y cuáles son los pendientes que dices que tengo?
- Dios, por supuesto, y hay que comenzar el Armagedón, dijo el ángel con una sonrisa, mientras tomaba de la mano a Morty y se elevaban a través de un hoyo que en silencio se había abierto en todos los pisos superiores del edificio de departamentos.
- Dios, por supuesto, y hay que comenzar el Armagedón, dijo el ángel con una sonrisa, mientras tomaba de la mano a Morty y se elevaban a través de un hoyo que en silencio se había abierto en todos los pisos superiores del edificio de departamentos.
Continuará.
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