"NO SÉ DÓNDE ESTÁ TU GATO"
La hermanita de Teo había estado jugando toda la tarde en el patio con su pequeño gato café. La mascota se la había regalado una tía y se llamaba Milo. La hermanita de Teo no dejaba ni un momento al pequeño animal.
Teo había estado toda la tarde jugando videojuegos en su pieza. No le interesaba el gato de su hermana, sólo quería llegar al final de su nuevo juego.
Cuando llegó la hora de cenar, la mamá de ambos niños los mandó a lavarse las manos para que se sentaran en la mesa. La hermanita de Teo dejó al gato en su caja y obedeció. Teo masculló unas malas palabras, pausó el juego y fue a lavarse las manos.
En unos minutos, ambos hermanos estaban sentados a la mesa comiendo arroz con carne, la comida favorita de la hermanita de Teo. Al rato, ambos fueron a lavarse los dientes para acostarse.
La mamá de los niños fue a cada habitación, los arropó, le dio un beso a cada uno y apagó las luces. En unos momentos, todos en la casa dormían.
Pasó la noche y al día siguiente, apenas despertó, la hermanita de Teo fue a ver a su gato.
− ¡Mamá! −gritó la hermanita de Teo.
− ¿Qué pasa? −preguntó la mamá acomodándose su bata.
− ¡Milo!, ¡mi gatito no está en su caja! −respondió gritando la niña.
− Seguro está en el patio −dijo la mamá consolándola−, apenas tenga hambre volverá. Ahora vamos a desayunar.
La familia desayunó y luego la hermanita de Teo fue a buscar a su gato.
− Teo, ¿me puedes ayudar a buscar a Milo? −preguntó la niña.
− ¡Pero quiero jugar! −le contestó su hermano.
− Por favor… −le suplicó con carita de pena.
− Está bien −le dijo Teo.
Revisaron por toda la casa y nada. Luego fueron al jardín y tampoco. Cuando finalmente llegaron al patio, escucharon unos extraños ruidos desde la casa del lado. Teo se asomó por la pandereta y le preguntó al vecino:
− Señor, disculpe, ¿no ha visto un gatito café?
− ¡No sé dónde está tu gato! −respondió malhumorado el vecino−. ¡Y no quiero que te vuelvas a asomar a mi casa!
Teo volvió donde su hermana y cuando iba a decirle que el vecino no había visto a Milo, un brutal rugido, seguido por un grito de dolor, se escuchó del patio del lado.
− ¿Qué fue eso? −preguntó la hermanita escondiéndose tras su hermano.
Teo se asomó nuevamente por la pandereta y vio algo que lo dejó impactado: su vecino estaba tirado en su patio, muerto, con una gran herida en su pecho. El gatito café estaba sobre él lamiendo la sangre que aún salía. Cuando vio a Teo, el gatito saltó a la pandereta para que el niño lo tomara. Teo volvió al lado de su hermana, le entregó su gato y subió a su habitación para terminar el juego que había dejado pendiente el día anterior.
La hermanita de Teo había estado jugando toda la tarde en el patio con su pequeño gato café. La mascota se la había regalado una tía y se llamaba Milo. La hermanita de Teo no dejaba ni un momento al pequeño animal.
Teo había estado toda la tarde jugando videojuegos en su pieza. No le interesaba el gato de su hermana, sólo quería llegar al final de su nuevo juego.
Cuando llegó la hora de cenar, la mamá de ambos niños los mandó a lavarse las manos para que se sentaran en la mesa. La hermanita de Teo dejó al gato en su caja y obedeció. Teo masculló unas malas palabras, pausó el juego y fue a lavarse las manos.
En unos minutos, ambos hermanos estaban sentados a la mesa comiendo arroz con carne, la comida favorita de la hermanita de Teo. Al rato, ambos fueron a lavarse los dientes para acostarse.
La mamá de los niños fue a cada habitación, los arropó, le dio un beso a cada uno y apagó las luces. En unos momentos, todos en la casa dormían.
Pasó la noche y al día siguiente, apenas despertó, la hermanita de Teo fue a ver a su gato.
− ¡Mamá! −gritó la hermanita de Teo.
− ¿Qué pasa? −preguntó la mamá acomodándose su bata.
− ¡Milo!, ¡mi gatito no está en su caja! −respondió gritando la niña.
− Seguro está en el patio −dijo la mamá consolándola−, apenas tenga hambre volverá. Ahora vamos a desayunar.
La familia desayunó y luego la hermanita de Teo fue a buscar a su gato.
− Teo, ¿me puedes ayudar a buscar a Milo? −preguntó la niña.
− ¡Pero quiero jugar! −le contestó su hermano.
− Por favor… −le suplicó con carita de pena.
− Está bien −le dijo Teo.
Revisaron por toda la casa y nada. Luego fueron al jardín y tampoco. Cuando finalmente llegaron al patio, escucharon unos extraños ruidos desde la casa del lado. Teo se asomó por la pandereta y le preguntó al vecino:
− Señor, disculpe, ¿no ha visto un gatito café?
− ¡No sé dónde está tu gato! −respondió malhumorado el vecino−. ¡Y no quiero que te vuelvas a asomar a mi casa!
Teo volvió donde su hermana y cuando iba a decirle que el vecino no había visto a Milo, un brutal rugido, seguido por un grito de dolor, se escuchó del patio del lado.
− ¿Qué fue eso? −preguntó la hermanita escondiéndose tras su hermano.
Teo se asomó nuevamente por la pandereta y vio algo que lo dejó impactado: su vecino estaba tirado en su patio, muerto, con una gran herida en su pecho. El gatito café estaba sobre él lamiendo la sangre que aún salía. Cuando vio a Teo, el gatito saltó a la pandereta para que el niño lo tomara. Teo volvió al lado de su hermana, le entregó su gato y subió a su habitación para terminar el juego que había dejado pendiente el día anterior.