El Viajero

alverion

Here Comes the Sun...
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Jan 18, 2009
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En las orillas del océano cósmico.
Cuando escribí esta pequeña historia, lo hice pensando que formaría parte de un conjunto de cuentos entrelazados, pero con cierta independencia. Este es el primero que escribí; su ubicación podría estar situada en la mitad de la historia general.
Ojalá les guste.

EL VIAJERO​
Por Alverion​

El sol estaba en su punto máximo y su intensidad era poco menos que apocalíptica. No se divisaban rastros de nubes como tampoco de alguna clase de vegetación. Sólo la presencia de un jinete a caballo rompía con la monotonía de aquel desértico lugar. Éste, con la mirada fija en el horizonte, parecía no sufrir el devastador castigo implementado por la naturaleza.
De repente, el escenario cambió bruscamente su apariencia: el sol había desaparecido y su lugar fue ocupado por una gigantesca y radiante luna llena.
Como era de esperar, el clima del lugar también sufrió violentos cambios: la temperatura bajó considerablemente, transformando en frío el calor que hasta entonces predominaba. Sin embargo, este fenómeno pareció no merecer la atención del jinete, quien seguía ininterrumpidamente su marcha.
A ese frío le siguió un gélido y fuerte viento proveniente de la dirección hacia donde se dirigía, haciendo dificultosa la continuación de ese itinerario. Poco tiempo después, ese viento se transformó en una espesa nieve que gradualmente hizo valer su fuerza tomando la forma de una brutal tormenta. A pesar de todos estos obstáculos, el jinete no detuvo su marcha ni se desvió de su camino.
Pero su caballo comenzó a sufrir las consecuencias de semejantes desventuras y pudo notarse en él muestras de una colosal fatiga. A causa de esto, este enigmático sujeto decidió poner fin a sus penas dejando a este noble equino a resguardo en una oportuna cabaña que divisó en la lontananza. Una vez en ella, se aseguró de que no le faltaran comida ni abrigo.
Solo y temerario, el jinete no abandonó su camino. Al salir, la tormenta había desaparecido por completo y una oscuridad para nada alentadora dominaba el ambiente. Aún así, siguió su rumbo.
Luego comenzó a aclarar, seguido de una subida importante de la temperatura, y se pudo distinguir a lo lejos unos arbustos que servían de entrada a una espesa selva. El valiente viajero, usando tan sólo sus manos para abrirse paso, ingresó en ella. Una vez recorrida una importante cantidad de terreno, se encontró con un pequeño río que la cruzaba. Sin pérdida de tiempo, midió su profundidad y pudo comprobar que era suficiente como para seguir su recorrido a nado. De esta manera, nadó sin parar ni demostrar cansancio hasta que un nuevo paisaje apareció en escena: la selva había desaparecido, dándole lugar a un miserable terreno pantanoso. Sin inmutarse, continuó con su marcha.
La densidad de aquel terreno hacía que su paso fuera exageradamente lento. Se podría decir, en caso de tener acceso a esa información, que estuvo meses, o años, o siglos caminando. Todo parecía infinito hasta que la irrupción de una ominosa cueva dio fin a tales especulaciones.
Dentro de ella, y contradiciendo a lo convencional y lógico de estos casos, dicha cueva se presentaba con una luminosidad excesiva, hasta tal punto que era fácil adivinar que su luz no era natural.
De pronto, unos gruñidos para nada amigables provenientes del sector más alejado merecieron la atención del viajero. Sin embargo, esto no lo amedrentó. Al contrario, estas situaciones parecían envalentonarlo más, de manera que ni bien los escuchó, comenzó a correr hacia el lugar donde creía que era su origen.
De repente, esa extraña luz desapareció por completo dejando en absoluta oscuridad a todo el lugar y una voz evidentemente inhumana rompió el silencio:
- ¿Quién ha osado invadir y perturbar mis sagrados dominios?
-Gran Tyure, mi nombre es Wesloc y vengo a exigir que liberes a mi pueblo -respondió el viajero.
-Mucho me temo que eso no va a ser posible. Tu pueblo ha sido elegido para acrecentar mi poder y, así, tener acceso a tu Mundo y a todos los beneficios que de él pienso recibir.
-Entonces no me queda otra alternativa; si por las buenas no entiendes, lo harás por las malas. Sólo así podré salvar a los míos.
¿Salvarlos? –Rió grotescamente Gran Tyure- Todos los que caigan en mis manos están condenados a sufrir los peores tormentos. Tu insignificante pueblo está perdido. Además, nadie me ha derrotado en mucho tiempo.
Luego de pronunciadas estas palabras, un incómodo silencio se apoderó del lugar, circunstancia que hizo incrementar el ampuloso ego de Gran Tyure, quien dijo muy socarronamente:
-Veo que la valentía te ha durado poco, ya que ni siquiera puedes hablar. No te preocupes, en poco tiempo no lo necesitarás más.
Dijo esto y comenzó a enunciar una suerte de conjuro, pero fue interrumpido bruscamente por ese sujeto llamado Wesloc:
-Gran Tyure, tus artimañas no te servirán en este momento; te derroté antes y lo haré también ahora. Y espero que esta vez aprendas la lección y te olvides de tus intentos de apoderarte del Mundo Real.
Y una gran bola de fuego salió del brazo izquierdo de Wesloc, haciendo desaparecer por completo a Gran Tyure.

Luego todo fue niebla, confusión, caos. La mente de Wesloc se vio atrapada en una suerte de letargo hasta que una voz lejana lo devolvió a su mundo, llamado por todos El Mundo Real.
-Alégrate, Wesloc, ¡has liberado a tu pueblo! –dijo la voz.
La solemne figura del Hechicero hizo su aparición, seguido por una gran cantidad de personas.
-Sólo por ahora, Hechicero… -respondió Wesloc- sólo por ahora.

 
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