LA MUERTE DE HERMOGENES

jamapalooza

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Jun 24, 2008
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:dimequeyasalio: LA POSESION CAPITULO TERCERO (la muerte de Hermógenes)

Ya era de día, Alfred se levantó con un gran bostezo y se dirigió al espejo: -No volveré a comer frijoles antes de irme a la cama… estas pesadillas son extrañas.
Luego de un rato dijo como para convencerse: - El gato era del vecino, ¡creo haberlo visto un par de veces en su sala!
Al bajar, se encuentra con Hermógenes y le dijo en un tono amable: -Hermógenes, lamento lo de ayer, olvidémoslo ¿ok?
-Descuide, lo que dije de que usted había arrojado al gato fue equivocación mía, ¿sabe? Yo a veces no veo bien las cosas- dijo el anciano.
Pero, en ese preciso momento Alfred se siente algo extraño y comienza a decirle a Hermógenes con una voz áspera: -Cuando tus ojos sean dos, y el animal que nace al día alce su voz; el suelo será tu última morada-
El anciano deja de barrer y alza su mirada con el ceño fruncido para preguntarle: -¿Eso que significa?
Alfred volviendo en si dijo en tono de disculpa: -Oh, olvídelo. No se que me pasa, creo que ha sido la cena que me ha dejado un poco enfermo.
Dijo Hermógenes queriendo dar una respuesta certera: -¡Puede que Usted esté intoxicado!-
Y retirándose de prisa Alfred le dijo: -No, no lo creo, pero gracias por su preocupación.

En la parada del bus Alfred piensa: -¡He estado comportándome de manera extraña, espero que en realidad no esté perdiendo la cordura!- Pero no terminaba de pensar en esto cuando un policía le detiene.
-¿Es usted Alfred Inglethorp?- pregunta el policía con una mirada fija y muy seria mientras le tomaba por el brazo. Este se queda sorprendido y se suelta bruscamente:
-¿Qué rayos está pasando?
-¡No intente nada extraño!- dijo el policía mientras de una cercana patrulla salía otro para apoyar a su compañero.
-¿De qué se me está acusando?
En un tono poco amable el policía declara: -¡Por el asesinato a sangre fría de Armando Rivera, alias “El Sapo”!- la cara de Alfred expresaba extrañeza y no quitaba la mirada de encima del funcionario, pues Alfred no recordaba que había sucedido la tarde del viernes.
Continúa diciendo el funcionario: -¡No trate de darme ninguna explicación, eso lo hará en la Jefatura, todo lo que diga en este momento puede ser usado en su contra!-

Mientras la patrulla de la policía se alejaba con el ruido de la sirena llevando a Alfred consigo, éste protestaba amenazando a los policías quienes no le prestaban ninguna atención a sus palabras, Hermógenes dijo para si mismo: -No lo quise delatar, pero usted me obligó amenazándome con echarme a la calle…

Frente a un fiscal del Ministerio De Justicia, se encontraba Alfred esposado y sentado en una silla
-¿Entonces dice Usted, que no recuerda nada?- inquirió el fiscal
-¡Yo no he dicho tal cosa, sólo que no lo hice! ¡Es todo!, además no pienso hablar hasta ver a mi abogado.
-Todo a su debido tiempo amigo- dice el fiscal mientras le suelta una bocanada de humo de cigarrillo en la cara. Alfred tose y baja la mirada. –Llévenlo a su celda- Dice el fiscal a un policía que se encontraba junto a ellos.

En un hermoso balcón junto a la playa suena el teléfono y una voz femenina contesta:
-¿Aló?
-Hola Amanda, soy yo Alfred, no quise molestarte, pero me encuentro detenido en la Jefatura de la ciudad por un crimen que no he cometido.
-¿Eres tu en realidad Alfred? ¿No es una broma?- dice la mujer angustiada
-No tengo mucho tiempo para explicarte los detalles, por favor ven lo más pronto posible.
Amanda era la ex esposa de Alfred, ésta contaba con unos 26 años, estatura media como de 1,80 y una hermosura que había sabido conservar desde la adolescencia. La dama se dirige a la salida de su casa y llama un taxi que la vino a recoger enseguida.
Al llegar a la jefatura la mujer le pregunta a un policía que se encontraba recostado en su silla con los pies cruzados sobre el escritorio: -Quiero hablar con Alfred, él se encuentra detenido desde esta mañana.
El policía baja los pies de su escritorio y se inclina delante del mismo:
-Usted debe ser la ex esposa del asesino de la celda 3.
-¡El no es ningún asesino! –Dice la indignada mujer.
-Eso lo deberá mostrar en el juicio de mañana. La condujo a la celda, y abriéndola le dice a la mujer: -¡Solo tiene cinco minutos!
Alfred se levanta y ambos se quedan mirando, pero enseguida sus miradas buscan otro camino
Luego de este rápido encuentro Alfred dice:
-Se me acusa de asesinar a un hombre, y en realidad no recuerdo nada, de hecho, estoy cien por ciento seguro de no haberlo hecho.
-Te creo, no me preguntes porque, pero te creo. Y continúa diciendo la mujer: -Mañana mismo te enviaré al abogado que me atendió durante el divorcio, tengo entendido que es uno de los mejores de la ciudad.
-Es verdad, me dejaste sin nada prácticamente.
-¡No empieces Alfred!, además me llamaste para que te ayudara, no deberías hablar de esa manera.
Luego de un rato Amanda salía de la jefatura para tomar un taxi, y Alfred la observaba por la ventana de la celda mientras esta se retiraba:
-Espero que me ayudes Amanda… ¡Maldita sea aún te amo mujer!

Esa noche Hermógenes se encontraba fumando su pipa y leyendo un libro, hasta que de repente el espejo de la sala comienza a temblar. El ruido de aquello hizo que Hermógenes se dirigiera al sitio en cuestión y examina el espejo diciendo: -parece que el ruido viene de aquí- y grita a su mujer -¡Teresa! ¿Has oído algo?- Su esposa se encontraba tejiendo y viendo la telenovela, por lo cual no le podía escuchar a causa del televisor. Hermógenes se queda mirando el espejo fijamente, y la imagen de su propio rostro cobra vida delante de él y le repite las palabras que ya había oído de boca de Alfred Inglethorp: -Cuando tus ojos sean dos, y el animal que nace al día alce su voz; el suelo será tu última morada- y al terminar de decir esto la diabólica imagen, el espejo se explota lanzando esquirlas en todas direcciones, con tan mala suerte que una de ellas le atraviesa la garganta y se incrusta en la cervical dejándolo paralizado inmediatamente.
Con gran estruendo el hombre cae –vivo aún – y queda tendido boca arriba tratando de llamar a su mujer, pero esta ya se encontraba acomodándose para dormir.

Durante toda la noche y la madrugada, el anciano trataba de moverse pero no lo lograba, y su propia sangre le asfixiaba lentamente. Serían pasadas las 4 de la madrugada cuando oyó el canto vespertino del gallo en la lejanía, entonces pudo distinguir la silueta de un hombre de pie detrás de su cabeza, el cual le dijo al anciano: -Luzbel está de visita, tu muerte es el inicio de la profecía.
La presión de su cabeza aumentó de tal manera que los ojos se le salieron de sus orbitas y en cuestión de segundos le estalló produciendo un desagradable ruido que despertó a su esposa.

Esta cuando vio su cuerpo y la cabeza hecha mil pedazos; lanzó un grito que despertó a los vecinos y se desmayó enseguida.
 
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