Albaida

Daxean

Call me Dax
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Bueno, esta es mi primera incursión en esta sección (creo que es aquí dónde corresponde) y, bueno, la verdad es que me extraña porque adoro escribir. Ahí va, es una historia que de momento esta pensada para tener una duración de unos cuantos capítulos, pero como me conozco, lo mismo acabo acortándola o extendiéndola muchísimo.
Es una historia de tintes sobrenaturales, así que si no te gusta demasiado la fantasía puede que no te guste, pero si esperas una historia con muchísima magia y dragones, tampoco es así, así que no te generes este tipo de espectativas.
En fin, alla va:

Albaida: Prólogo


El día era gris, apagado. Las nubes que cubrían el cielo impedían que un solo rayo de sol cruzase su filtro y alcanzase la tierra, como resultado, la ciudad se veía sombría, marchita, aburrida, mustia… triste. La mañana amenazaba lluvia.
Desde la ventana, Albaida contemplaba la ciudad. Cubría su delicado cuerpo sólo con una sábana y la poca luz que conseguía atravesar el escudo de cúmulos, cirrocúmulos y nimbus arrancaba brillos en la desnuda y pálida piel de sus hombros.
Sobre su cama dormitaba un joven, aunque no mucho más que ella. La tenue luz de la habitación marcaba claroscuros sobre su pecho y su abdomen, resaltando su anatomía, y sobre su cara angulosa. El pelo, negro como la noche, caía sobre su frente y casi se enredaba en sus cejas, bajo las que descansaban los parpados que ocultaban unos ojos de color azul intenso.
Albaida bordeó la cama y pulsó un botón del equipo de música, haciendo que la canción “Building a Family” comenzase a sonar. Respiró profundamente, como si quisiese aspirar el sonido de los violines y el piano que tanto le gustaban. Consideraba aquellos sus instrumentos preferidos. Sobre todo el piano. Las teclas eran blancas.
Entró en el baño y encendió la ducha para que corriese el agua. Dejó caer la sábana al suelo, dejando su cuerpo desnudo. Entró en el plato de ducha coincidiendo con el final de la canción, mientras las notas iniciales de Claro de Luna de Debussy sonaban, las gotas de agua acariciaron su piel y su níveo pelo.
Salió de la ducha reconfortada, como siempre. Puso sus pies sobre los blancos azulejos del baño y se miró en el espejo. Odiaba la luz de su baño, era amarilla y apagaba la blancura del mismo.
Adham entró en el baño y la rodeó con sus brazos. Su piel era oscura, tostada por el sol de la playa y pegada, como por arte de magia, a su piel durante todo el año. Extrañamente a Albaida le encantaba su piel, hacía que el resto de cosas pareciesen más blancas.
Oh the weather outside is frightful ─canturreó en su oido, susurrando─ and the fire is so delightful, since we’ve no place to go… Let it snow, let it snow, let it snow.
Albaida le depositó un suave beso en los labios y salió del baño, dejándole sólo. Miró por la ventana y comprobó que, efectivamente, estaba nevando.
Le encantaba la nieve.
Era blanca.

Acepto todo tipo de críticas constructivas, insultos o comentarios despectivos, por favor, guardatelos.
 

Android

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Respuesta: Albaida

Muy bien estructurado este prólogo y con una correcta dicción, solo que no encontré nada sobrenatural aún, encuentro que involucras elementos del género Lemon, espero la continuación, saludos.
 

V-King

Judge V
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Respuesta: Albaida

Aaaaaavers...

No hay mucho que comentar, es un prologo que no dice mucho.

Por lo pronto (y esto es muy personal) describes casi enfermizamente (sorry por lo mismo me apesta Tolken) lo que hace que en mucho texto pase muy poco.

Pero se entiende que quieres explicar los detalles infimos, supongo que para plasmar mejor el personaje, lo raro es que al otro personaje lo describes muy poco comparado con el "fondo"

Lo mismo puede extenderse a escribir las canciones, parece guión de pelicula o de obra de teatro

Como es solo el prologo no tengo como justificar lo anterior, no es que esté mal.... son las posibles fallas que veo

En general me gusta la idea (bueh, me atrapaste cuando dijiste "fantasia") y quiero ver como sigue la cosa ;) Keep on Writting
 

Daxean

Call me Dax
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Respuesta: Albaida

Android, como digo arriba, tiene tintes sobrenaturales pero tampoco es demasiado demasiado mágica, de todas maneras ya tienes un pequeño adelanto aquí.

V-king, sé que describo demasiado exageradamente, justamente es porque cuando empecé a escribir (allá por mis 12 añitos xD) el mayor fallo que me detectaban es que iba demasiado al jugo y no describía absolutamente nada, pasando muchísimas cosas en muy poco texto [literalmente dijeron "Parece que todos tus personajes tienen sobredosis de cafeina y lo hacen todo demasiado rápido, pasan demasiadas cosas en un solo párrafo"] Así que me esforcé más en ese aspecto y... ahora escribo así, y la verdad es que me gusta, pero bueh, entiendo que puede hacer el texto algo pesado. Gracias por los apuntes de todos modos ;).

Albaida: Capítulo I​

El fuego crepitaba en la chimenea, preso. Albaida lo contemplaba envuelta en su albornoz blanco cuando Adham salió de la ducha. Se apoyó en el marco de la puerta, aún sin creerse del todo su suerte.
Albaida era hermosa, preciosa. No esa belleza sexy e impresionante de las modelos y las actrices, sino una belleza elegante, fina, exótica. Con sus ojos rasgados de color esmeralda y sus labios carnosos, sus pómulos marcados y sus orejas ligerísimamente apuntadas. Su pelo blanco como la nieve que caía haciendo ondas hasta media espalda y su cuerpo estilizado y felino, como el de una bailarina de ballet.
Se acercó a ella y la rodeo con sus brazos, susurrándole algo al odio. Sintió como ella soltaba una pequeña risita y se sintió afortunado. Sabía que era la única persona del mundo que podía presumir de haberla visto sonreír más de tres veces.
─ ¿De verdad tienes que ir a trabajar hoy? ─ le preguntó.
─ Si ─respondió ella─ No todos tenemos tu suerte.
Albaida trabajaba para una empresa de publicidad, de hecho, había conocido a Adham en su propia empresa, un día que él fue allí como modelo para un anuncio de colonia. A pesar de ser navidad, albaida sólo tenía libres Nochevieja y Nochebuena, el resto de días tenía trabajo jornada completa.
Se levantó, deshaciéndose del abrazo de Adham y se dirigió a la habitación a vestirse. Cuando salió, en la cocina, Adham le esperaba con una taza de café.
─ Tómatela al menos, aunque no desayunes.
─ Eres un cielo ─dijo ella, dándole un beso en la mejilla ─ te veré esta noche.
─ Te quiero.
─ Y yo a ti ─ dijo ella, cerrando la puerta.

Odiaba los sonidos de la cuidad. Los motores, los gritos, los pasos de la gente, los semáforos, las bocinas.
Por eso le gustaba ese día. La nieve había cubierto toda la ciudad, que se veía de una blancura que poco tenía que envidiar a las más hermosas nubes. La nieve había impedido que los coches saliesen. La gente casi no salía de casa, y los pocos que se atrevían a cruzar el umbral ahogaban el sonido de sus pasos en la mullida nieve.
Era un día silencioso, tranquilo y, para ella, hermoso.
Llegó a la oficina con veinte minutos de retraso, pero no se había molestado en correr. Sabía que su jefe no estaría en la oficina y los pocos compañeros que tenían que trabajar ese día no le iban a recriminar nada.
Un par de compañeros le dijeron buenos días al entrar, pero ella se limitó a hacerles un movimiento de cabeza y continuó hasta su pequeño despacho. Nunca había tenido demasiada relación con sus compañeros de trabajo. De hecho, no solía tener demasiada relación con la gente en general, era una chica solitaria.
Hasta que conoció a Adham. Por supuesto, no fue ella quien comenzó el acercamiento. Él se acercó a ella tras haber acabado la sesión fotográfica y la invitó a cenar. Ella rechazó la invitación. Lo mismo hizo las otras diecinueve veces que él se lo propuso, hasta que accedió, pensando más que nada en librarse de él.
Para su sorpresa, pasó una velada extremadamente agradable. Una vez roto el hielo inicial, se sentía cómoda, a gusto. No era muy buena entablando conversación, pero Adham sabía ayudarla, hacía los chistes apropiados en los momentos apropiados, hablaba lo justo y sabía cómo y cuándo hacer las preguntas oportunas. Y Albaida comprobó que no le costaba nada contestarle ni reírse con él, era una persona que hacía que el tiempo fuese ameno.
A partir de la segunda cita, Albaida empezó a fijarse en la extraña luz que emitían sus ojos azules, en el agradable sonido de su voz y su alegre risa. Comenzó a apreciar su aroma a chocolate y a extrañar su sonrisa cuando pasaba demasiado tiempo sin verle.
Hacía ya casi 3 años desde aquella primera cita, y hacía 2 que Adham se había mudado con ella. Nunca habían hablado de matrimonio, pero ella sabía que quería pasar el resto de su vida con él, como estos últimos tres años.
Los tres años más felices de su vida.
Y lo que deparaba el futuro. Albaida se acarició con cariño el vientre al pensar en ello. Hacía una semana que sabía que estaba embarazada, y como regalo de navidad se lo iba a contar a Adham en Nochebuena.
Se pasó el día entre bocetos de carteles, álbumes de fotos de los castings de modelos y guiones de anuncios. Acabó algo más tarde de lo habitual debido a la falta de personal y cuando salió de la oficina las calles estaban aún más desiertas que por la mañana y las luces de la ciudad apenas podían competir con la negrura de la noche.
Cruzó la distancia en media hora, disfrutando del suave crujir de la nieve bajo sus pies y del aroma de la navidad flotando en el ambiente.
Al llegar al apartamento supo que algo andaba mal. Estaba todo demasiado silencioso. NO era el silencio habitual, roto por el crepitar de la hoguera o por el viento golpeando las ventanas. Era un silencio absoluto, sepulcral, cómo si se hubiese vuelto sorda de repente. Además de que había un extrajo deje de olor a azufre en el ambiente. Algo en su instinto le gritaba que tuviese cuidado.
Haciendo caso a su sexto sentido, se dirigió al mueble que tenía en el vestíbulo, metió la mano por detrás y sacó su espada, con su empuñadura de oro engarzada de rubíes. Y caminó cautelosamente hacia dentro.
La escena que se abría ante ella había sido extraída directamente de sus pesadillas. Adham se hallaba tumbado en el centro del salón. Tumbado era la manera elegante de decirlo, más bien parecía un muñeco arrojado sin cuidado alguno. Su cara estaba contraída en una mueca de dolor y terror y sus ojos, inmóviles y con su luz totalmente apagada, miraba con horror al infinito.
Su ropa estaba raída y rota, lo habían torturado de tal manera que los huesos habían roto la carne y atravesaban el músculo, saliéndose por fuera. La mandíbula estaba desencajada. Parecía como si un gigante hubiese intentado convertirlo en una pelota y después lo hubiese arrojado contra el suelo. El salón entero estaba manchado de sangre e icor. Y sobre la pared, en latín, alguien había escrito con sangre:
“No puedes huir de tu pasado”
A Albaida se le heló la sangre en las venas y se llevó las manos a la boca, horrorizada. Dolor, rabia y asco se mezclaban en su interior. Su cuerpo se debatía entre llorar o vomitar y sentía que las piernas le fallaban.
Se arrodilló junto al cadáver y movió las manos en un ademán de acariciarlo, aunque no llegó a tocarlo. Se sintió desfallecer.


La policía la encontró horas después, entrada la madrugada, abrazándose las rodillas y con la mirada fija en la chimenea apagada. Cuando uno de los oficiales intentó levantarla, se dejó llevar como una muñeca vieja, con la mirada inexpresiva, a pesar de que los surcos de lágrimas estaban marcados en su rostro.
La atendieron un médico y una psicóloga mientras la policía científica tomaba fotos de su piso y recopilaba pruebas. No vieron la pintada de la pared ni la espada, pues Albaida se había encargado de que ambas desapareciesen. Le hicieron un reconocimiento médico rápido y la psicóloga le formuló un par de preguntas que ella respondió por inercia.
─ Ella está bien, no muestra signos de agresión o lucha. ─dijo el médico a los policías ─ simplemente parece encontrarse en shock. Aún así nos la llevamos en la ambulancia. Estaba embarazada, ha perdido al niño.
─ Avisennos en cuanto esté dada de alta, tenemos que llevarla a comisaría para que responda a algunas preguntas.
─ ¿No pensarán que ella es responsable, verdad? ─ intervino la psicóloga─ esa mujer se encuentra en shock, puedo aseguraros que no ha tenido nada que ver.
─ Una mujer como ella nunca habría sido capaz de infringir las heridas que presenta la víctima. Pero aún así, es su novia, tenemos que hacerle algunas preguntas.
─ Trátenla con cuidado, agentes, no sean demasiado bruscos.
Pasó el dia siguiente entre en Hospital y la Comisaría. Tras unas cuantas pruebas, una doctora le informó que había tenido un aborto natural a causa del incidente de la noche anterior, pero que no se preocupase, los daños no habían sido tan graves como para dañar su útero y podría albergar niños en un futuro. Albaida se limitó a devolverle una mirada vacía.
En la comisaría respondió a varias preguntas sobre ella y Adham, cuanto hacía que vivían juntos, cómo se habían conocido. Si Adham estaba metido en problemas o si sabía de alguien que quisiese hacerle daño. Albaida respondió a todas las preguntas pero sabía que era inútil. Nunca encontrarían a su asesino.


Aquella noche, una vez que los policías hubieron abandonado su piso y limpiado la escena del crimen, Albaida se puso su viejo traje blanco, se colgó la espada a la espalda, y salió.
Cruzó la ciudad saltando de edificio en edificio, tratando de orientarse para llegar a dónde necesitaba ir. Conocía de memoria el camino desde la casa dónde se había criado, pero se había mudado de allí hacía mucho.
Hacía tanto que no cazaba que pensaba que ya no sería capaz de saltar y escalar edificios con la misma facilidad que antes, pero sus habilidades parecían no haberse oxidado. Se movía entre edificaciones y calles con el sigilo de un fantasma y la precisión de un felino. La noche había sido su elemento, y por mucho que le pesase, lo seguía siendo.
No tardó demasiado en llegar al edificio grande y ruinoso que buscaba. Desde la azotea del edificio colindante dio un salto, que completó con una pirueta, para llegar a la balaustrada del 5º piso. Rompió la ventana con el codo y entró en el piso.
Un hombrecillo estaba sentado tras un escritorio, tenía la nariz grande, era viejo y demasiado bajito y sus ojos eran extraordinariamente grandes. Dio un salto cuando vio a la mujer entrar.
─¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?─ inquirió.
─ Tu disfraz no funcionará conmigo, trasgo inmundo. ─ respondió esta, desenvainando su espada y apuntándola a su cuello─ El filo es de plata, un simple roce contra tu piel y esta arderá como si fuesen las llamas del infierno.
El hombrecillo levantó sus manos, cómo si le apuntasen con una pistola, y cuando habló, lo hizo con voz temblorosa.
─ Está bien… está bien, cazadora, dime qué quieres.
─ Rödinger, quiero que me digas dónde se encuentra esta semana.
─ ¿Por qué habría yo de saber…?
Albaida acercó un poco más la espada al hombrecillo, que retrocedió levemente. Sus ojos demostraban que no tendría ningún reparo en usarla en caso de ser necesario.
─ E...el parque del norte de la cuidad. Entrada sudoeste. Hay una caseta a mano izquierda, recubierta de enredaderas y que está cerrada con llave, la cerradura está oxidada y da la sensación de que nadie ha entrado allí en años. Cinco golpes a la puerta y te harán una pregunta, la respuesta da igual lo que sea, mientras comience por la última letra de la pregunta. Para cerciorarse te harán probablemente 3 preguntas.
Albaida bajó la espada y después la envainó a su espalda, con la mirada fija en el hombrecillo. Se dio la vuelta. El hombrecillo abrió la boca con la intención de decir algo, pero ella ya se había ido.
 
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