El Despertar del Divino

Echenique

El esposito de Consentida
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Ok, Segundo escrito.

Este en particular es muy especial para mí. ¿Por qué? ¿Por bueno? NO, realmente es una obra muy simple y un tanto pueril también :lol: Lo que realmente hace especial este fic es que lo escribí para el primer foro en el cual participe´: Saint Seiya World. En ese foro, había una sección rol dedicada obviamente a este increíble ánime y pues todos teniamos que entrenar para portar una armadura. Podías escoger entre ser un dios, un santo de Athena, poseidón, Hades, un dios del inframundo... etc. De todos, yo escogí ser el dios del sueño hypnos. Para ello, tenía que crear un fanfic en donde describía cómo me entrenaban para convertirme en un dios.

Así nació este escrito: 26 páginas en word :dimequeyasalio::dimequeyasalio::dimequeyasalio::dimequeyasalio: Así que lo pondré en diferentes post para que puedan ubicarse mejor entre capítulo y capítulo.

Sin más preámbulos, los dejo entonces con


"EL DESPERTAR DEL DIVINO"
 

Echenique

El esposito de Consentida
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Respuesta: El Despertar del Divino

“El Despertar del Divino”

-¿Lo sientes?
-Sí… Está luchando por despertar. – Una sonrisa se dibujó en sus labios, mientras pensaba con satisfacción en lo que habría que venir- Al parecer, ya no estaré solo. Nunca más.


Dos figuras suspendidas en el aire miraban la ciudad, con aire de superioridad, como si fuesen ajenos a la vida cotidiana de los hombres… Como si fuesen…dioses sobre nosotros.

¡¡A despertar!! ¡¡Ahora!! ¡¡A despertar!! Una bofetada mando a volar el despertador.
-Odio ese bendito despertador…- Se sentó en la cama y bostezó con fuerza – Pero ¡qué más da! El maldito siempre me despierta.

Carlos era un joven normal; como estudiante de instituto su vida no era muy “movida” que digamos. Destacado como el nerd del salón, los profesores le amaban… Pero sus compañeros le odiaban. No hacía mucho ejercicio, así que en los descansos se dedicaba a tocar la guitarra. Ese era Carlos: Tranquilo, pasivo, medio antisocial. Sus únicos dos amigos eran Aníbal y Sandra. Aníbal era todo un caso. Se hicieron compadres gracias a una pelea que tuvieron; a Aníbal se le ocurrió que el nuevo maletín de Carlos tenía perfil de balón de fútbol y se dedicó a “estrenarlo” pateándolo por todo el salón. Carlos le había retado a pelear y, en medio de puños y mordiscos decidieron que podían ser amigos. Al contrario de Aníbal, Sandra era una dulzura de chica: inteligente, ágil, agraciada… un sueño de mujer para todo hombre. Fue la única chica que con toda sinceridad y libertad se acercó a Carlos para conocerlo mejor. La verdad, era sorprendente la situación; no todas las mujeres querían estar cerca del “jorobado de Notredame”. Carlos se enamoró inmediatamente de ella, cayendo redondo ante sus encantos. De hecho, se levantó temprano aquel día, para acompañarla al centro comercial, junto con Aníbal.

- ¡No me digas que no te diviertes! – Dijo Sandra toda sonriente – Anda, ¡vamos! Sé que esa carita me puede lanzar una sonrisa.
- Ya te dije que no me gusta sonreír; de hecho, ni siquiera sé que estoy haciendo aquí- respondió Carlos con el ceño fruncido.
- ¡Déjalo Sandra! – dijo fastidiado Aníbal – ya te dije que era un amargado completo.
- ¡Epre! ¿Cuál es la vaina tuya ah? – respondió Carlos Mal humorado. Siempre le resultaba molesto que lo obligaran a sonreír. No le gustaba. Su rostro no era el más bello que digamos y por remate siempre parecía que estuviera enojado… Verlo sonreír era todo un acontecimiento.
- ¡Hey! ¡Quítense idiotas!- dijo un hombre fornido vestido con jeans, una chaqueta azul y una gorra negra. - ¿Qué no oyen? ¡Apártense!

El hombre iba acompañado de seis tipos más, todos tatuados con una calavera en su mano derecha. “Una Pandilla; demonios, lo único que me faltaba” pensó Aníbal.

- Sí bravucón; ya nos quitamos- Decía Aníbal mientras se apartaba del camino. – Sólo porque tienen tatuajes creen que pueden hacer lo que les venga en gana…
- ¿Algún problema, huevón? ¿Quiere que le demos un regalito o qué? – Decía uno de los hombres mientras se acercaba a Aníbal amenazante. - ¿Cuál es la vaina?
- Este… Creo que debemos calmar nuestros ánimos; además…

Una bofetada cortó la frase de Sandra mientras la arrojaba al suelo. Vio cómo caían unas gotas de sangre en las baldosas del centro comercial. Su cabeza daba vueltas.

-¡¡Sandra!!- Gritó Carlos mientras corría hacia ella.- ¡Sandra! ¿Estás bien? – Carlos miró con odio al hombre que la abofeteó - ¡qué le pasa! Sólo un pendejo le pega a las mujeres
-Viejo, mejor no los agites- decía Aníbal mientras ayudaba a levantar a Sandra.- Vámonos.
- ¿Es que ya se van? – Decía el líder de la chaqueta azul – Si esto está sólo que comienza. El hombre sacó una navaja del bolsillo trasero del pantalón y la hizo danzar amenazante ante Aníbal y Carlos. Ambos sabían que no estaban en condiciones de enfrentarse a un grupo pandillero; así que decidieron marcharse.
- ¡Déjenos tranquilos! Ya le pegó a nuestra amiga y demostró que era mucho hombre. ¡Ya déjenos en paz! – Aníbal trató de razonar con el hombre; pero lo que recibió fue un puño en la cara de otro de los tipos.
- ¡Qué tranquilos ni qué nada! Esto se acaba cuando nosotros digamos.

Aníbal no aguantó más. Se levantó como un resorte y le sembró sendo puño en el rostro a uno de los asaltantes que lo sentó de inmediato en las gradas de la escalera eléctrica. Aníbal observó su alrededor. “mierda” se dijo; “estoy en un quinto piso y ni rastro de guardias”. Miró de reojo a Carlos quien sostenía a Sandra, tratando de no apartar su vista del hombre de la navaja.



– Mire Carlos: llévese a Sandra que yo estaré bien.
-No te puedo dejar Aníbal. Cómo se te ocurre – Carlos sentía su voz temblar – Aquí nos morimos los dos si es necesario.
-¡No seas idiota Carlos! ¡Si no te vas con Sandra estos tipos la violan! ¡Te vas y ya!

Aníbal no dejó tiempo para reaccionar al pandillero de la navaja. Se le abalanzó como un toro, empujándolo contra el vidrio de una zapatería. El hombre cayó semi- inconsciente, soltando la navaja. Tres hombres más corrieron hacia Aníbal, pero este les tiró un maniquí logrando escabullirse entre ellos.



- ¡Corra Carlos! ¡Llévesela, ahora!


Carlos cargó a Sandra en vilo y corrió hacia las escaleras eléctricas de bajada. Lo que vio después fue horrible: Mientras Aníbal se debatía entre dos hombres más, el tipo de la navaja se levantó. Corrió hacia Aníbal por detrás y le clavó el arma en los riñones. Aníbal sintió como el frío acero cercenaba su carne y lanzó un grito agonizante. Cuando Carlos lo escuchó, sólo vio cómo su amigo era alzado en vilo entre los tres hombres y lanzado por la baranda hacia el primer piso. No pudo gritar. No pudo pensar en nada. Sólo ira. Ira y frustración. Sandra despertaba de su desmayo cuando la primera visión que tuvieron sus ojos fue la de Anibal en el suelo del primer piso, con la cabeza reventada. Lanzó un chillido de terror apretujándose contra el pecho de Carlos… Pero él no sentía. Estaba ensimismado por la visión agonizante de su amigo.

En el cielo, arriba del centro comercial, las dos figuras debatían quién debía bajar a evitar la catástrofe que estaba apunto de pasar.



- ¡Diablos Thanatos! ¡Siente su cosmo! ¡Está a punto de explotar! Si dejamos que eso ocurra, no sólo él podría no soportarlo, sino que mucha gente podría morir por esto. Somos responsables de…
-No somos responsables de nada Ashrod de Odín. Somos dioses. No interferimos en los asuntos de los humanos y ellos no interfieren en los nuestros. Cálmate y esperemos.
- Pero… ¡Thanatos!- Una enorme energía emanaba del muchacho al cual Odín miraba fijamente- Es muy tarde.

Carlos bajó a Sandra con ternura al suelo y la miró a los ojos. Una lágrima vacía corría por su mejilla. Era extraño. Sólo era una. Se volteó dando la espalda a su amada y miró a los atacantes mientras estos reían a carcajadas. La mirada triste y vacía de Carlos se llenó de un brillante sádico que a borbotones emanaba furia. Alzó su mano en dirección al hombre de la navaja y extendió sus dedos hacia él. Los hombres le miraban divertidamente, mientras el tipo de la navaja imitaba a Carlos alzando su mano y extendiendo sus dedos.


– ¡Huyyyy! ¡Qué miedo! Gran Mari…- No pudo terminar sus palabras. Su cráneo estalló llenando el rostro de sus amigos de sesos y sangre. Carlos había cerrado su mano y el cráneo del hombre había estallado.
-¡¡¡Mierda!!! Yo me piso de aquí. – El hombre corrió desesperado en dirección contraria a Carlos y sus amigos lo siguieron.

Sandra miraba extrañada a Carlos. Había algo diferente en él. Carlos se limitó a mirar el cuerpo descabezado del tipo que aún estaba sostenido por la baranda. Carlos sonrió de placer. De manera mágica, empezó a levitar y casi en un parpadeo desapareció de la vista de Sandra.

Los hombres corrían desesperados al parqueadero por las escaleras, empujando a todo el mundo; no se atrevían a mirar hacia atrás. En su carrera, crearon toda una estampida de pánico y más ahora que estaban bañados en la sangre de su líder. El tipo que iba más adelante se detuvo lanzando un grito de terror. El resto freno su carrera en las escaleras, temblando de miedo. Carlos flotaba más adelante, con una mirada inexpresiva y tenebrosa. Sonrío. En ese momento, la escalera empezó a arrancarse desde sus cimientos; la gente empezó a gritar, buscando desesperadamente bajar de la escalera. Dos de los atacantes se tiraron sin pensarlo y cayeron como pesadas rocas al suelo, quedando uno de ellos con el hombro dislocado. El resto intentó hacer lo mismo pero era muy tarde: Carlos había arrancado la escalera y formado con ella una herradura, creando una trampa mortal para los que aún permanecían en ella. Lo que siguió fue espantoso: La herradura se cerró por completo aplastando todo lo que había en medio de ella. Luego se arrugó como una hoja de papel, creando una esfera sanguinolenta flotante. Carlos volvió a sonreír. Miro hacia abajo y distinguió a uno de los atacantes, el que se había dislocado el brazo. El pobre apenas estaba logrando levantarse cuando Carlos le soltó todo el peso de la esfera creada con la escalera encima. No alcanzó ni a gritar. Quedó sepultado completamente bajo la esfera. Carlos empezó a reír de placer y estruendosamente. Sus brazos de abrieron de par en par mostrando sus palmas a ambos extremos del centro comercial. La gente miraba aterrorizada cómo la esfera sangraba y cómo este muchacho podía flotar y crear tal caos. Se escucharon varios disparos. Tres policías disparaban hacia Carlos; pero de manera extraña, las balas no le alcanzaban. Miraron con terror cómo Carlos los observaba y sonreía con gracia. Esa sonrisa no era normal. Era casi diabólica, quizá del inframundo. Carlos se acercó lentamente a los policías mientras estos vaciaban su cargador en él.

-¡¡Carajo!! ¡¡Pidan refuerzos!!- grito el policía a sus compañeros. – Que esper… - El hombre puso una mirada tortuosa mientras su cuerpo se separaba de su cabeza, al mismo tiempo que su pecho explotaba y lanzaba sus entrañas a su compañero.
-Aaahhhhh!!!!!- Grito uno de los oficiales – No, Marco, ¡¡¡no!!! –

El hombre vació todo su cargador sobre Carlos sorprendiéndose al ver que ninguna bala le tocaba. Carlos se acercó de manera rápida y fantasmal al hombre extendiendo su mano sobre la frente del policía. El tipo se pudo pálido. Sus miembros perdieron fuerza y se abandonó a caer de rodillas ante Carlos mientras este aún mantenía la mano sobre su frente. Se sentía morir…. Sentía un frío terrorífico. Sentía cómo le arrancaban el alma del cuerpo lenta y dolorosamente. Sólo logró escuchar una palabra saliendo de la boca de Carlos antes que le abandonase su alma: “DUERME”.


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“CONFRONTACIÓN”

-Para mí ya es suficiente, Thanatos- Odín se decidió a bajar – Sé muy bien que disfrutas esto; pero yo no. Este tío va a hacer un completo desastre y hay que detenerlo.


Odín bajó hacia el centro comercial mientras Thanatos observaba en silencio la escena. “Llegó al fin el momento de la verdad” Pensaba Thanatos. “El momento en que la muerte se junta con el sueño cubriendo de paz y oscuridad el mundo de los dioses y de los hombres…quién diría que un muchacho como este fuera la reencarnación de Hypnos”.

El cuerpo del policía se dejó caer al suelo. Carlos lo miró con tranquilidad y volvió a sonreír. Unos pasos apresurados se dirigían hacia él. Se volteó sólo para encontrarse con un grupo armado de policías.


- ¡Suelte cualquier arma que tenga! ¡Las manos sobre el cuello! ¡Ahora!- uno de los policías gritó con fuerza. Carlos sólo se limitó a mirarles y a sonreír.
- Humanos estúpidos…Como siempre no pueden reconocer el poder que nos divide. Déjenme enviarlos a todos a los campos Eliseo, por medio del profundo sueño que sólo la muerte puede conceder. –miró fijamente a los policías y extendió su mano a ellos.
- Creo que no puedo dejar que hagas eso- Una voz se acercaba con pasos tranquilos.
Carlos miró despreocupado y se encontró con un joven alto, atlético, con cabello castaño. El joven vestía un ropaje extraño, como un manto que se encargaba de cubrir su cuerpo; en su cabeza sólo tenía una diadema hecha al parecer de diamantes.
- Ya te dije no puedo dejar que hagas eso; deja ya, vámonos; tenemos que hablar.
- ¿Y a ti qué te hace pensar que voy a irme contigo así no más? ¿Deseas morir tú también?- Carlos miraba amenazantemente al joven.
- Te digo que, ni aunque utilizaras todo tu poder actual, no podrías siquiera hacerme un rasguño. – Respondió el joven- Déjame presentarme: Mi nombre es Ashrod, representante del dios Odín en la tierra y diácono de las tierras Nórdicas. Y tú, por si no lo sabes, eres el receptáculo del espíritu indómito del Sueño. Tu nombre es Hypnos.
- ¿Espíritu del Sueño? ¡Creo que alguien se pasó de copas!- Carlos reía estruendosamente, mientras el joven permanecía allí, de pié frente a él. – Creo, dios Odín, que te equivocaste de persona… ¡Y no estoy de humor para pendejadas de un borracho!- Al acto Carlos creó una enorme onda invisible que, como una ola, se encargó de arrastrar y destruir todo lo que rodeaba al joven del manto. – dios Odín… ¿hMmm?

El joven aún permanecía de pié y el sector donde estaba no sufrió daño alguno. Los policías salieron despavoridos a buscar refuerzos. El joven Odín se acercó a Carlos lentamente diciendo: “Te daré una segunda oportunidad de irte conmigo por la buenas… ¿Qué dices?”
-¡¡¡¡Digo que te vayas al infierno!!!! – Carlos se lanzó contra el joven con todo el ímpetu que podía, creando una honda de choque con su cuerpo que iba demoliendo todo alrededor.
-¡Te he dicho que no me podrás dañar! – El joven rompió con su mano izquierda la onda de choque y acto seguido le propino una patada en el rostro a Carlos; giro sobre su pierna de apoyo y le dio otra patada en el estómago. – Ni siquiera necesito utilizar mi cosmo para vencerte. Veremos de qué tanto poder te jactabas.

Carlos a duras penas pudo levantarse del suelo cuando ya venía Ashrod como un relámpago hacia él. Carlos creo otra onda de choque, pero Ashrod saltó esquivándola fácilmente y aterrizó sobre los hombros de Carlos, rompiéndole la clavícula con el codo. Acto seguido, golpeó su columna con un rodillazo, haciendo que Carlos chillara de dolor, lo aferró por el cuello de la camiseta y lo lanzó en vilo contra el vidrio de seguridad del centro comercial. Carlos no sentía nada; sólo se veía caer del cuarto piso. Cayó sobre un carro, abollando el techo del mismo. La gente de los alrededores corría aterrorizada y el joven Odín levitaba sobre Carlos. Carlos abrió los ojos y se llenó de ira al ver al dios flotar victorioso sobre él.



-¡¡Maldito!! – Gritaba Carlos mientras el carro se reducía a su más mínima expresión por la onda que estaba cubriendo su cuerpo. En ese momento llegaron los bomberos y las fuerzas especiales policiacas. - ¿Más insectos? ¡Los mataré a todos! – Carlos extendió su mano y una enorme ola de energía arrasó con las ambulancias y los carros de policía. Ashrod arremetió nuevamente sobre Carlos creando una ola de energía que lo hundió en el pavimento.
- Necio, debes escucharme: Si continúas dejando lugar a tu ira, jamás vas a poder controlarte y me veré en la penosa necesidad de matarte. Déjate ayudar hombre, deja ya la batalla y ven conmigo.



Ashrod seguía levitando sobre Carlos y volteó a mirar a los militares que se acercaban. Uno de ellos preparó su bazooca mientras el otro la cargaba – Diablos ¡no! Lo que me faltaba… - El hombre disparó el proyectil. Ashrod levantó su mano mientras el misil se acercaba a él. El proyectil frenó en seco a pocos centímetros de la mano de Ashrod y detonó. Una enorme columna de humo y fuego rodeaba al joven con el manto, pero no alcanzó a lastimarlo.
- Es inútil que traten de lastimarme señores- Les decía Ashrod- Sus armas convencionales no pueden hacerme nada. Vayan a sus casas que esta fiesta se acabó.

Mientras Ashrod hablaba, no notó que Carlos se levantaba creando una esfera visible de poder y cosmos que le cubría por completo. Ashrod volteó. “¡¡no hombre!! ¡¡No hagas eso!!” Muy tarde: La esfera explotó justo en frente de Ashrod, arrojándolo lejos del sitió. El joven frenó su trayectoria en el aire y creó un escudo alrededor suyo. La escena que contemplaba era increíble: Había un tremendo cráter en la calle; la explosión se había encargado de destruir mitad del centro comercial y varias casas y locales a la redonda. Ashrod buscó con su mirada a Carlos. Lo encontró acurrucado contra unos escombros dando gritos de dolor. Afinó su mirada y contempló la escena en silencio: Carlos tenía abrazado el cadáver de Sandra, que había caído junto con los escombros del centro comercial. Carlos lloraba desconsolado aferrándose al cuerpo de la joven. No había perdido su belleza aunque el pálido de la muerte ahora maquillaba su rostro. Ashrod se acercó al joven y a su amor apagado. Sintió que el cosmos ya no emanaba del chico y que volvía a ser el joven inofensivo de siempre.

- NO, NO, Sandra ¡NO TE MUERAS! Eres lo único que me queda en la vida; no te mueras, ¡nooo! – Carlos lloraba amargamente y sus lágrimas caían sobre el rostro de la doncella. Ashrod se limitó a mirar y se acercó más.
- Esto… Esto no hubiese pasado si me hubieses hecho caso. Tienes un gran poder en tu interior Carlos. Tienes en ti el poder de un dios, y no cualquier dios. En tu mano está si esta escena se repite o no. Tienes un gran poder y una gran responsabilidad. Si dejas que tu poder te domine a ti, situaciones como estas se repetirán a menudo y tú terminarás sólo y muerto por dentro toda tu vida. Tú eres responsable de la muerte de todas estas personas… Tú las mataste. Pero lo hecho, hecho está. Es tu decisión si deseas continuar siendo un gusano mediocre que se esconde bajo el auto conmiseración o – Ashrod se detuvo. Miro al joven que estaba extasiado mirando el cadáver de su amiga- O vienes conmigo y ocupas tu lugar como dios del inframundo. Tú eres un dios de la muerte, Hypnos; no eres como los otros mortales. En tus manos está el poder de decidir quien duerme o quien muere; tu amigo Aníbal y tu amada Sandra… Todos murieron por tu falta de poder para cumplir tal papel. Ni siquiera he tenido que pelear en serio para detenerte.- Ashrod hizo una pausa - Pero… ven conmigo. Te entrenaré; haré de ti un portador digno de la armadura del Sueño y te prepararé para los retos más increíbles de tu vida. ¿Dejarás que más personas mueran a causa de tu debilidad o vendrás conmigo a convertirte en un dios?

Carlos miró al dios y miró a su alrededor. Vio los cuerpos de todos los que murieron en sus manos. Observó las casas destruidas pensando en las familias que se verían afectadas por esto. Miró otra vez a Sandra, la besó en la mejilla y dejó descansar su cuerpo mortuorio en el pavimento. Carlos se levantó, miró a los ojos a Ashrod y dijo: “DESEO SER MÁS FUERTE”. Ashrod puso su mano sobre el hombro de Carlos y ambos desaparecieron en una esfera de energía y luz que los cubría. La ciudad quedó nuevamente en silencio. Los oficiales sobrevivientes no sabían cómo explicar lo que había pasado.


-Esta es una nueva etapa de tu vida- Decía Ashrod mientras dejaba a Carlos en las frías tierras nórdicas.- Ya dejarás de ser un simple y debilucho gusano para convertirte en un dios. Sobre ti reposa el espíritu del Sueño, que es hermano de la muerte. Grábate esto, Carlos: “EL SUEÑO ES EL ESTADO MÁS CERCANO A LA MUERTE”. Y tú, mi estimado discípulo, eres el dios del sueño.
 

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“DUERME A LA TORTUGA”

Han pasado 2 años desde aquel incidente. El centro comercial aún no se recupera de las pérdidas millonarias originadas por el ataque del “terrorista”. Muchas familias aún lloran a sus muertos y otros sólo quieren venganza. Han pasado dos años… Visito la tumba de Sandra cada vez que puedo. Su madre me pregunta angustiada qué pasó; porqué yo sigo vivo y su hija no. Me da miedo decirle la verdad – No, Me da terror. Sólo puedo dar un abrazo de consolación y llorar con ella, recordando que el culpable de su muerte y de la tragedia que está pasando… SOY YO. Ahora mismo estoy en las tierras frías nórdicas. Vivo a la intemperie, soportando vientos helados y nevadas infernales. Mi Maestro me ha entrenado duramente. Puedo decir con tranquilidad que ahora soy un hombre de verdad; puedo sobrevivir por mí mismo y nada me puede detener. He peleado con osos en los bosques de hielo, contra lobos en los montes y contra mí mismo. Sí, contra mi obstinada y cobarde voluntad. 2 años y mi entrenamiento no acaba todavía…Me pregunto… ¿a qué clase de pruebas me someterá mi Maestro?

-A levantarse perezoso- Gritó Ashrod mientras dejaba caer un balde de agua con escarcha sobre Carlos- ¡Óyeme, arriba!


Carlos se levantó pesadamente y sin refunfuñar: Dos años de baldados fríos habían hecho su piel casi insensible.



-Estoy listo para luchar y crecer Maestro – Dijo Carlos con tono humilde pero firme.
-Pues estate más bien listo para asearte, porque hueles a gorila- Decía Ashrod mientras tapaba su nariz – El hecho que vivas a la intemperie no te da derecho a no bañarte. Y si me vas a hablar ¡vete primero a lavar la jeta que te huele a demonios!
Carlos fue al río helado a tomar un baño; por fortuna había cerca una cueva que tenía aguas termales y aprovechó para darse un trabajo completo: Se afeitó, cortó su cabello y limpió su cuerpo.
- Maestro, ¿por qué tanto apuro en que me vea limpio?
- Eres un dios del inframundo; que el sitio huela a muertos no significa que tú debas oler así. Además, los dioses siempre debemos estar bien presentados; no sabemos a qué clase de huéspedes vamos a tener de visita en nuestros recintos. Aparte, vamos a viajar.
- ¿A viajar? ¿A dónde? – Preguntó Carlos extrañado – Pensé que todo nuestro entrenamiento lo íbamos a pasar aquí.
- Escogí este lugar para amplificar y perfeccionar tus habilidades físicas. Como viste en nuestro primer encuentro, no tuve ni necesidad de usar mi cosmo para derrotarte. Necesitaba endurecerte ¡y qué mejor lugar que este, la cuna de los tan temidos guerreros vikingos! – Ashrod miró a Carlos – Tú eres un dios. Los dioses de la clase tuya son seres cuyo cosmo es increíblemente poderoso y se apoyan en las fuerzas psiónicas y telequinéticas. Por lo tanto, no necesitan entrenar mucho el cuerpo. Sin embargo, deseo hacerte fuerte y lo he logrado; ¡hasta serías capaz de detener a un Oso con tus propias manos! Pero, es tiempo de amplificar otros aspectos de tus capacidades.
- Maestro, lo que soy lo debo a usted; ¿pero qué debo perfeccionar o amplificar en mí?
-Ya lo verás…

Ashrod y Carlos tomaron el primer vuelo a Costa Rica que encontraron. Carlos tenía su mirada sorprendida en el suelo, viendo cómo las montañas y los hielos de Asgard se tornaban pequeños a medida que el aeroplano tomaba altura. “Costa Rica ¿eh?” Pensó Carlos; “Me parece que esto va por otro propósito”. Una sonrisa traviesa se dibujo en su rostro. Volteo a mirar a su Maestro dos puestos más atrás… Estaba dormido con los audífonos de su discman puestos. “Veremos que pasa allá”.

El aeroplano aterrizó sin problemas en el aeropuerto de San José; inmediatamente tomaron un taxi y ashrod le dio una dirección al conductor.
-Nos toca tomar un autobús- decía Ashrod dirigiéndose a Carlos mientras le paga al taxista – Vamos a las playas de un parque nacional cercano.
-¡Playa! Así que estamos de vacaciones en el entrenamiento; Maestro, no sabía que fuese tan considerado con….
-¡Ni te lo creas mucho! – Interrumpió Ashrod con firmeza – No son vacaciones; ya te había dicho que es entrenamiento.
- Y yo que pensé que me iba a broncear…- decía Carlos con tristeza – hace rato que no voy a playa.
-¡Alégrate gusano!- Una sonrisa maquiavélica se dibujó en el rostro de Ashrod- Vas a estar mucho tiempo en la playa y…Seguro lo vas a disfrutar.
Llegaron a un puerto cercano y tomaron una lancha turística. La lancha era blanca y tenía dibujada varios símbolos nórdicos y de runas. “La runa del sol… ¿aquí?” Pensó Carlos.
-Maestro, ¿estos yates y botes le pertenecen al reino de Asgard?
-Pues por supuesto. ¿Qué? ¿Creías que no disfrutábamos de las playas o qué? No toda la vida se la puede pasar uno en Asgard. – Ashrod se colocó las gafas de sol y se acomodó en la lancha. – Hazme el favor de colocar tus maletas en la lancha y de paso las mías también.
Carlos obedeció y cuando estaba dispuesto a montarse también, Ashrod le mencionó: - Por cierto, tú te vas nadando – Luego se dirigió al conductor de la lancha – Arranque ya.
-¡Pero Maestro! – Replicó Carlos - ¿Cómo se le ocurre que me voy a ir nadando? – Pero ya era tarde: La lancha estaba a 50 metros de la orilla y alejándose.
-¡Si quieres saber dónde es la playa, tendrás que apurarte a seguirnos! – Gritó Ashrod
-¡Diablos! ¡Abusador! – Gritó Carlos – Bueno… ¿Qué mas hacerle? Tocó nadar.


Dos horas después, Carlos estaba tirado en una playa desconocida, muerto de la insolación y del cansancio. “¡Este sinvergüenza qué se cree! ¡Vacaciones! Vacaciones sólo para él.” Ashrod se acercó a su medio muerto discípulo y replicó:
-¡No me digas que ya estás cansado!… ¡Sólo fueron 70 kilómetros de agua los que nadaste! – Ashrod suspiró – No me decepciones Carlos. Esto ha sólo empezado-
Se arrodilló y levantó la cabeza de Carlos hasta su altura. - ¡¡Arriba Gusano!! ¡Apenas esto se pone bueno!
Carlos se levantó como pudo; se enderezó con dificultad y se dispuso al entrenamiento. Ashrod miraba a lo lejos el horizonte como tratando de encontrar algo. Al fin dijo: “ALLÍ VIENE”.
-Gusano, prepárate para tu entrenamiento- Sonrió Malvadamente- Mira hacia el mar.
Carlos volteó y miro: Nada. Se dirigió hacia su Maestro con rostro de duda:
- ¿Qué se supone que viene? Ah ya entiendo… Desea que regrese a la otra playa nadando. ¡Pues esto no me detendrá; le demostraré que si puedo y que soy fuer…
- ¡Torpe!- Gritó Ashrod –Te he dicho que mires al mar y asegúrate de mirar bien.

Carlos se concentró en la orilla. Una figura oscura y grande se acercaba emergiendo lentamente. “Mi primera batalla” Pensó Carlos. “No pensé que vendría a ser tan pronto. ¿A qué clase de guerrero me enfrentaré” Pero en vez de un guerrero oscuro con intenciones asesinas, emergió del mar lo impensado, lo inaudito, lo que Carlos nunca imaginó ver y que no veía cómo ayudaría a su entrenamiento: UNA TORTUGA MARINA.


-¿Y esto Maestro? ¿Qué significa? – Preguntó Carlos extrañado – Ya entiendo, desea que con mi poder rompa el escudo poderoso que cubre a la tortuga.
-No seas bobo; no se trata de eso. Además, es una especie en peligro de extinción; no podemos matarla.
-¡¡Ah, ya entiendo!! Quiere que la monte en mi espalda y que haga flexiones de pecho con ella. ¿Cómo no se me ocurrió antes? Debe pesar sus buenos 100 kilos…
- No, tampoco es eso – respondió Ashrod.
-¿Entonces? ¿Qué se supone que debo hacer con la tortuga?
-Mira Carlos: ¿entiendes qué es lo que diferencia a un dios de los humanos? Los humanos son administradores de la creación; fueron creados para gobernar la tierra y lo que hay en ella. Sin embargo, no tienen control sobre la misma. La naturaleza es un animal indómito que cuando desea salta y tumba de sus lomos el yugo del ser humano. Un dios controla la naturaleza, porque él no es un administrador de ella… él es el dueño de la naturaleza. ¿Entiendes lo que te digo?
-Entiendo Maestro…- Carlos quedó un poco dudoso. De repente una sonrisa de alegría se dibujó en su rostro- ¡¡Ya entiendo Maestro!! Deseas que controle a la tortuga para que me lleve en sus lomos hasta la otra playa y demuestre así mi superioridad como dios.
- ¡¡Menudo estúpido que tengo por discípulo!! – Dijo Ashrod mientras pegaba un coscorrón a Carlos – No has entendido nada de lo que te he dicho. A veces me haces arrepentirme de haberte aceptado como discípulo; debí haberte matado cuando tuve oportunidad.
-No sea tan cruel conmigo Maestro – dijo Carlos mientras sobaba su cabeza- Explíqueme entonces qué desea que yo haga.
-Te lo diré una vez más: Tú eres un dios, el dios del Sueño Hypnos. Como dios, estás en la capacidad de controlar la naturaleza a tu voluntad; pero para ese propósito necesitas un poder que va más allá de tus habilidades físicas. Eso es lo que llamamos cosmos. El cosmo es un poder universal que habita en todo ser humano; la intensidad del mismo varía dependiendo de la voluntad del portador, así como del destino que lo rige. Cada cosmo es diferente y las habilidades dadas por el mismo varían también. El cosmo puede consumir como el fuego así como congelar, tanto más que el hielo. Puede expresarse en formas de relámpago, hilos cortantes, fuego, tormentas de nieve; para otros se manifiesta en forma de energía de plasma. En el caso de un dios, su cosmo se manifiesta también en formas variadas. ¿Recuerdas el episodio del centro comercial? Pudiste hacer todo eso gracias a las habilidades telequinéticas divinas que habitan en ti; sin embargo, no eras tú quien estaba en control de tu poder, sino tu poder en control tuyo. Por eso pude vencerte, porque estabas dejando que la ira te dominara y manejara tu poder.- Ashrod miró la tortuga. – Debes aprender a manejar tu cosmo. Como dios del Sueño, es obvio que tu cosmo, aparte de manifestarse en ataques telequinéticos o de plasma, puede mostrarse en ataques pasivos que influyan al oponente; en este caso, tienes la capacidad de inducir el Sueño. – Ashrod miró nuevamente a Carlos.- Necesito fortalecer tus habilidades con el cosmos. En otras palabras, enseñarte a usar tu poder inherente.
- Así que desea fortalecer mi cosmo... ¿Cómo cabe la tortuga en este propósito?
Ashrod miró fijamente a Carlos. Su mirada denotaba gravedad. Lentamente levantó su dedo, señalando la tortuga. Tomó aire y en tono tranquilo dijo: “QUIERO QUE DUERMAS A LA TORTUGA”.

-¿Qué qué? - Carlos casi se cae de espaldas -¿Quiere que duerma a la tortuga? ¿Cómo carajos voy a hacer eso?
-Usando tu cosmo, por supuesto – Respondió el Maestro tranquilamente- Y, para que te enteres… por cada día que pases sin poder dormir a la tortuga, serán dos días sin comer. ¿Te queda claro?
-Maestro, ¿Por qué es tan cruel conmigo? ¿Qué le he hecho? – Carlos miró a la tortuga echando maldiciones por dentro – Bueno amiga, tenemos que trabajar.


Las siguientes tres horas fueron desastrosas: Mientras Ashrod se bronceaba escuchando “Lilium” (opening de Elfen Lied), Carlos intentaba por todos los medios dormir a la tortuga. Ponía su mano sobre ella y nada. Le cantaba canciones de Cuna y nada ocurría. Luego intentó hacerle algún masaje en las aletas y lo que recibió fue un bofetón del animal. “¿Cómo le voy a hacer para que duerma? ¡Este tipo está loco! ¡Esto es imposible!”. Atardecía ya. Carlos estaba fatigado y frustrado. No es fácil inducirse uno mismo el sueño. Ahora Ashrod deseaba que él indujera a otro a dormir. ¡Y a un animal! Se acostó en la arena. Miró hacia el sol ponerse sobre la playa…”Sandra” se dijo a sí mismo- “si estuvieses aquí conmigo, seguramente me darías ánimos para seguir”. –Una imagen fugaz de ella sonriendo paso por su mente. Carlos lloró en silencio- Si no te hubiese matado, estarías aquí conmigo.


-Pero no está contigo ahora mismo Carlos- Ashrod se acercaba por detrás. Se sentó al lado de la tortuga acariciando su lomo- Dime Carlos, ¿qué te impulsó a venir a entrenar conmigo?
Carlos quedó atónito con la pregunta y miró en silencio el suelo. Ashrod prosiguió:
-¿Sabes qué fue lo primero que pensé cuando vi por primera vez la armadura de Odín? “Debo tenerla y hacerme más fuerte”. Me esforcé mucho; tuve que luchar con varios guerreros que la anhelaban tanto como yo – Ashrod se detuvo con la mirada perdida en la luna – Fue entonces cuando la vi. Tan agraciada, tan delicada y al mismo tiempo tan firme…Decidí en ese entonces que debía protegerla, a toda costa debía hacerlo. Luché y me entrené como nunca antes en mi vida lo había hecho. Soporté Carlos… Aguanté y me esforcé por ser el mejor y más fiel guerrero de Asgard- Ashrod miró a Carlos – Piensa bien. ¿Qué te motivó a venir conmigo a entrenarte?
- Deseo de ser el más fuerte, Maestro.
-¿Qué te motivó a desear ser el más fuerte?
- Sandra…- Carlos musitó su nombre con tristeza.
–En nombre de su memoria y por la responsabilidad que cargas encima, ¡ESFUÉRZATE Y NO TE RINDAS! Desata tu cosmo, contrólalo y duerme a este animal. – Ashrod se levantó y se empezó a alejar -Nos veremos mañana en la mañana y sabremos qué pasó. Y por cierto… - Apuntó: -No tienes comida por dos días.


Carlos se levantó decidido. Por su mente pasaban mil y un escenas de Sandra y Aníbal; deseaba por todos los medios estar con ella, abrazarla nuevamente, confesarle el amor que por cobarde nunca fue capaz de declarar… Un enorme cosmo empezó a emanar de su cuerpo. Recordó la escena con el policía: recordó cómo le había arrebatado el alma y le había puesto a dormir. “Pero la tortuga no es un ser humano” pensó para sí mismo. “Pero si soy un dios, debo también tener control sobre la tortuga”. Se acercó lentamente al animal, colocó su mano encendida en cosmos sobre la cabeza de la tortuga y dijo: “DUERME”. Casi mágicamente, la tortuga hundió su cabeza en la arena y quedó dormida. El cosmo de Carlos se apagó.


-¡Maestro!, ¡Maestro! ¡Lo he logrado! ¡He hecho que la tortuga quedase dormida! ¡Maestro!
-¿Cuál es el escándalo? – Protestó Ashrod en medio de su sueño -¿Qué diablos te pasa? ¿Sabes lo que te puede ocurrir por despertar de improviso a un dios?
-Maestro, ¡he logrado dormir a la tortuga! – Dijo Carlos en tono de victoria.
- Veremos…- dijo Ashrod mientras se levantaba de la hamaca – “Ver para creer” dijo Santo Tomás.
Ambos se acercaron al cuerpo de la tortuga que, efectivamente, yacía dormida plácidamente en la arena blanca de la playa. Ashrod sonrió levemente.
-Bueno chico, creo que al fin has logrado hacer algo interesante por tu propia mano. Ve y descansa; mañana va a ser un día largo también… además, necesitas descansar para buscar tu comida porque lo que soy yo, te dejo morir de hambre.
-¡¡Maestro!! Pero si puse a dormir a la tortuga… - Protestó Carlos.

Dos años más tarde:


Estoy de visita otra vez. Me sorprendo de poder venir con tranquilidad a visitarte. Creo que tu madre al fin aceptó tu muerte… Lo siento, si hubiese tenido el poder y control para detenerme, nada de eso hubiese pasado. Pero no quiero cargarte con mis culpas; vine a darte las gracias. Por ti pude soportar mi entrenamiento y ahora soy dios del inframundo. Quisiera poder visitar tu alma en los campos Eliseos, pero no quiero sentir el dolor de volverte a perder. Te extraño mucho Sandra, no sabes cuánto lo hago. Si pudieses ver lo que ahora soy capaz de hacer. ¡Ya hasta puedo hacer dormir al Cancerbero sin siquiera mirarlo. Estarías orgullosa de mí… (Sollozo). Gracias Sandrita. Mi Maestro y tú han llegado a convertirme en lo que soy. Lo siento, sólo tengo estas flores para dejarte; pero sembraré todo un jardín en mi templo para dedicártelo a ti. Te amo mucho. Adiós….
 

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El esposito de Consentida
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Respuesta: El Despertar del Divino

Una enorme mano se alzaba contra ella. Sólo podía correr mirando aterrorizada cómo los horrendos dedos gigantes la alcanzaban. “¡Ayúdame! ¡Ayúdame Carlos!” Pero no había respuesta, Carlos no podía responder. La mano le alcanzó. La levantó a la altura del rostro de su atacante; su rostro se desfiguró en una expresión casi bestial de miedo con ira. Los ojos de su asesino eran rojos como la sangre e inexpresivos. Sin ningún escrúpulo la mano se cerró, aplastando su tierno contenido. La sangre manaba entre los dedos gigantes… La Bestia miró a un espectador invisible. Sonrió con malicia. Acercó a la luz su rostro y con gran sarna dijo: “tú la mataste.”
-¡Noooooo! ¡Yo no la maté! – Carlos se levantó gritando y lanzando golpes al aire- NO fue mi intención; nunca lo desee; no estaba en control de mí mismo… ¡YO NO LA MATÉ!


-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------


“Asgard, la tierra del hielo y de los dioses guerreros. Nunca soñé con poder conocer la nieve y ahora duermo entre ella en un palacio de hielo. Mi Maestro Ashrod me ha entrenado con intensidad, haciendo de mí uno de los guerreros más poderosos. No podría compararme a alguno de los tan famosos dioses guerreros. ¡Guau! ¡Es increíble lo que pueden hacer estos tipos! Sus poderes van más allá de mis límites… O eso creía”

“INSTINTO DE SUPERVIVENCIA”
Ashrod caminaba sin preocupaciones hacia el palacio del Valhala; Hilda le había mandado a llamar con urgencia y, como buen caballero, el obedeció sin titubear. “¿A quién engaño?” Se decía Ashrod, “Me es un placer poder visitar a la Señorita Hilda”. Llegó a las puertas del palacio las cuales eran custodiadas por dos guardias gigantescos.



-Tyr, Vael – Saludó Ashrod - ¿mucho trabajo en la guardia?
- Lo normal mi señor Ashrod – Respondió Tyr - ¿Le ha llamado la Señorita Hilda de Polaris?
- Sí, así es. Quién sabe qué pasará- Respondió Ashrod sin preocupación.
-Hace poco entró un carruaje de tierras lejanas Mi lord; sentí una energía extraña manar de él. – Vael se notaba un poco preocupado – Hay algo que me parece no está bien.
-Te preocupas demasiado; no creo que algo se atrevan a hacer dentro del palacio ni mucho menos con todos los dioses guerreros en él. Tranquilízate; si algo le pasa a Hilda, yo me encargaré de hacer pagar a los culpables. – Ashrod tranquilizó a los guardias y entró al palacio. Pero él mismo no estaba tranquilo. Ya temprano en la mañana había sentido una energía extraña invadir las tierras nórdicas y dirigirse directamente al Valhala. – Lo que sea que esté pasando, tendré que averiguarlo.- Se dijo a sí mismo.


Ashrod entró con confianza al salón principal donde se encontraba el trono de Hilda; pero estaba vacío. “Algo no está bien; no hay ningún guardia ni tampoco está Sigfried aquí”
.
-¿Señorita Hilda? – Sin respuesta- ¡Hilda de Polaris! – Tampoco hubo respuesta - ¡Demonios! ¿Dónde estarán? – Maldijo Ashrod en voz alta. Empezó a caminar apresuradamente por el castillo, pasando de la sala principal a los otros salones gritando el nombre de Hilda. Llegó al fin al saló de Cenas y abrió la puerta de par en par gritando el nombre de Hilda.
- ¡Hilda!
- ¿Ashrod? – Respondió Sigfried que se encontraba al lado de la puerta -¿Qué sucede? ¿Por qué estás gritando como loco?
- ¿Dónde está Hilda? – Preguntó Ashrod agitado - ¡Anda Habla!
-Justamente aquí Ashrod. ¿Se puede saber qué pasa?


Hilda estaba sentada a la cabecera de la gran mesa de banquetes. A su lado estaba de pie un mesero y en la otra esquina de la mesa, un hombre de cabellos grises vestido con una túnica que cubría todo su cuerpo a excepción de sus manos. La mano que sostenía la copa de vino estaba revestida por una armadura carmesí bastante elegante. “Un caballero” pensó Ashrod para sí.


- ¿Me has mandado a llamar? – preguntó Ashrod sin quitar de encima los ojos del visitante, que no se atrevía a mirarle.
- Sí, creo que conoces a nuestro invitado. Ya antes había venido a solicitar tu ayuda en la búsqueda de tu discípulo. – Hilda prosiguió en la presentación del invitado – El Señor Thanatos ha venido de muy lejos a mostrar su agradecimiento a mirar el avance de tu discípulo, Carlos.
-¿Así que has venido por Carlos? Uno hace el trabajo difícil y tú te quedas con los honores- las palabras de Ashrod notaban sarcasmo y antagonismo – Creo que después de todo, no tengo que informarte nada a ti. Nunca has estado pendiente de él.
-¡Ashrod! ¡Deja la mala educación con nuestro invitado! – Hilda se notaba furiosa – Perdónelo Señor Thanatos. Creo que a veces se deja llevar por sus emociones.
-Por eso es que odio la burocracia; prefiero ser yo mismo y ser claro con mis ideas y palabras. – Ashrod notó un enorme cosmo aumentar en el salón. Hasta ese momento no se había percatado que había alguien más allí. En una postura de respeto, hincado sobre una de sus rodillas, estaba un hombre cubierto totalmente de una capa con capucha. Su cosmo era excesivamente agresivo y estaba tratando de medir fuerzas con Ashrod.
Thanatos por fin miró a Ashrod, inclinó su cabeza en un gesto gentileza y se levantó de la mesa.
-Creo mi querido Ashrod, que como usualmente sucede, te dejas llevar por tus emociones- Thanatos se acercó a Ashrod lentamente. Su túnica se movía armoniosamente con sus pisadas. Realmente era elegante. – Pero no vengo a quitarte tu discípulo. Sólo vine a dar las gracias por tu ayuda y a preguntar por él. Es todo.
-No sé porqué no te creo – Respondió Ashrod con sorna –Y menos si traes contigo a hombres como ese encapuchado.
-Ah, él.- respondió Thanatos despreocupado- Él es un viejo conocido de confianza; no te preocupes. Después lo conocerás. Por ahora, háblame de tu discípulo. ¿Cómo está él?


Ashrod y Thanatos salieron del salón hacia los jardines del palacio. Mientras caminaban, Ashrod le contaba los progresos de Carlos a Thanatos. Se detuvieron en uno de los balcones que daba hacia el jardín.


-Cuéntamelo todo Ashrod. ¿Es muy poderoso?
- Ha alcanzado un buen nivel desde la última vez; he puesto mucho interés en hacerlo físicamente más capaz. Ahora estamos trabajando en su cosmo.
-¿Y....? – La pregunta de Thanatos se dirigía a una respuesta que Ashrod sabía que debía dar.
- Definitivamente es un dios. No hay duda de ello. Su poder es sólo sobrepasado por la ignorancia de su misma existencia. En varias ocasiones le he expresado lo que verdaderamente es, pero se niega a aceptarlo. Le ha afectado mucho la muerte de sus amigos y el desastre que causó en el centro comercial en aquella ciudad. – Ashrod miró fijamente a Thanatos - ¿Es por eso que viniste no? Querías saber si es tu hermano Hypnos. Ahora ya lo sabes. ¿Qué piensas hacer?



Thanatos dio un suspiro. Miro a Ashrod con satisfacción y sonrió.


-He estado esperando este momento Ashrod. Gracias a ti he podido encontrar a mi hermano. Sus poderes han aumentado desde aquel entonces y creo que estará listo para llevarlo a Casa.
-¿A casa? – preguntó Ashrod extrañado. Sus ojos se abrieron de par en par. – Te lo quieres llevar al inframundo ¿verdad?
-Ese es su verdadero hogar, el lugar donde aumentará sus fuerzas y se convertirá, junto conmigo, en el regente de los campos Eliseo. – Thanatos miró las montañas en el horizonte. – Ashrod, una guerra Santa está por venir. Los Espectros de nuestro Señor Hades se están preparando y lo tres jueces del infierno están listos para la batalla. La Señorita Pandora, vicaria de Hades en el inframundo ha reunido todas las fuerzas necesarias para atacar el Santuario de Atenea. ¿Entiendes entonces lo que está por venir?- Thanatos miró fijamente a Ashrod con una mirada seria y cortante – EL SEÑOR HADES HA RECLAMADO LA TIERRA PARA SÍ Y ESTÁ BUSCANDO REENCARNAR PARA ATACARLA.
-Es por eso que me pediste buscar a tu hermano…- Ashrod encendió un poco su cosmo; realmente se sentía utilizado, manipulado como una marioneta – ¡Eres un maldito!



Ashrod saltó hacia atrás preparando un ataque; sus manos estaban casi juntas formando una esfera púrpura. Su cosmo ardió increíblemente y su mirada cambió a la de un aguerrido dios que clamaba por venganza. Moldeó la esfera con sus manos y la arrojó. Un rayo con figura de cometa salió de sus manos dirigiéndose directamente al dios que, como si nada, permanecía impávido. Como salida de la nada, la figura encapuchada se interpuso entre Ashrod y el dios, recibiendo de lleno el ataque. El ken de Ashrod fue detenido en seco por las manos del misterioso caballero, creando una implosión que formó un cráter entre Ashrod y el guerrero. El Caballero misterioso cerró su mano neutralizando el ken de Ashrod y dejando de él sólo humo en sus manos. Rápidamente se lanzó contra Ashrod. Clavó su codo izquierdo en el rostro del dios que, sorprendido, no pudo defenderse. Luego lo golpeó en el estómago con su puño derecho, lo agarró por la diadema y puso la rodilla izquierda en su rostro. Fue demasiado rápido; Ashrod no pudo evitar el ataque y empezó a caer al suelo. El atacante lo impidió pateando el rostro del dios guerrero de Asgard dibujando una perfecta cuchilla al impulsar su cuerpo en el aire. Al fin, la armadura de Odín resonó al chocar con el suelo.



-Me parece que ya se conocían, ¿no Ashrod? – Thanatos miró al encapuchado –Creo que no necesitas esconderte más.
-Pienso lo mismo, Señor Thanatos – El hombre se quitó la capucha revelando su identidad. Estaba vestido con una armadura hecha de cristal, justo igual a la de Ashrod. Pero su color era de un púrpura oscuro y brillante, como de muerte. – Hace tiempo no nos veíamos, Bestia.
Ashrod miró a su oponente. Su rostro le era demasiado familiar, pero veía borroso; el dolor estaba nublando su mirada. Se arrodilló apoyando sus manos contra el suelo y se levantó como pudo.
-Tú no deberías estar aquí; estabas acabado… No hay manera de que regreses a este plano. – Ashrod miró con odio a su enemigo – Yo mismo te encerré en las cavernas del infierno; no deberías estar aquí.
- Dime Ashrod. ¿Crees que por sí solo él pudo haber regresado? – Thanatos se acercó al guerrero que a duras penas podía mantenerse en pie. –La Bestia. El tú verdadero. No sé porqué te tienes que esconder tras el rostro de niño bueno y de servidor fiel de Hilda. Yo sé lo que hay por dentro. Veo en tu interior ira, odio y sed de sangre. No eres diferente a la Bestia. Eres una animal, pero domesticado. – Thanatos sonrió con sorna. ¿Ves estos sapuris? Esta es la razón por la cual ni daño le has hecho; su armadura de Odín se ha convertido en una armadura oscura del Hades. Por ser el Alter ego de un dios… Ya sabes qué sigue. Sus habilidades las he incrementado y su poder ha aumentado. Por eso no puedes dañarlo. Lo he desencadenado sólo para encontrarse contigo.
-Pero… - el pecho le dolía hasta para respirar – No soy la presa ¿cierto? No puede ser que te hayas arriesgado a traerlo de vuelta sólo para matarme.
-¿Así que las bestias pueden pensar eh? No; tú no eres la verdadera presa. Digamos que, eres sólo un “incentivo” para que La Bestia haya aceptado venir. – Thanatos sonrió – Ese espectáculo del centro comercial… ¡Bello! La muerte danzaba sin escrúpulos por todo el lugar y el averno saciaba su hambre con las almas que caían por la mano de Hypnos. – Thanatos le dio la espalda a Ashrod – Necesito su poder; pero no aquel limitado por su conciencia humana y por sus escrúpulos. Necesito al monstruo que vi ese día, sediento de venganza, hambriento de muerte… Me hiciste un gran favor en perfeccionar su poder y capacidades físicas. Ahora la bestia me hará el favor de despertar al demonio interno que habita en él.
-¡Estás loco!- Ashrod recibió otro puño de la bestia – No está preparado; se saldrá de control… - Ashrod pensó en la gente de Asgard. Si esto sucedía, nada podría detener al monstruo de destruir todo el lugar; la gente moriría a manos de Carlos o de la bestia. – Me utilizaste Thanatos… ¡¡Eso no te lo perdonaré!!
 

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Uno más! :lol:

“El sueño es el estado más cercano a la muerte; cuando sus alas te cubran y te embriague la música de Morfeo, no te resistas. Déjate llevar por la inspiración de las musas y por la miel de sus labios; sueña con el paraíso y los campos Elíseos, donde la maldad y el pecado no tendrán lugar. Pero si las flores se convierten en fuego y su aroma en veneno, sepa que no estás en el cielo, sino que has caído en el infierno; infierno donde la pesadilla no tiene final y el arpa de Morfeo no te despertará; infierno que sueño no será, sino tu desespero y angustia eternal.”

“INSTINTO DE SUPERVIVENCIA” –
Animal Acorralado
Ashrod estaba realmente enojado. Nunca obedecía órdenes. Nunca. No importa qué sucediera, si no estaba de acuerdo con algo, sencillamente no lo hacía y punto. Esa era su manera de ser. Pero ahora se sentía manipulado; habían herido su orgullo utilizándolo como un monigote. Estaba furioso.


¡¡Thanatos!! – Le gritó Ashrod - ¡A mí no me mangonea nadie! – minetras pronunciaba estas palabras, su cosmo explotó haciendo retroceder a la bestia y, por primera vez, haciendo que Thanatos le tomara en serio. Ashrod se apoyó en sus piernas y saltó hacia atrás llegando al tejado. Hizo arder más su cosmo y se preparó para la batalla. La Bestia encendió su armadura en un fuego púrpura y se abalanzó contra Ashrod. Una enorme explosión hizo desaparecer el balcón y medio salón, haciendo volar escombros por todo el lugar.


- ¿Qué está pasando? – preguntó Hilda al sentir temblar el palacio. Miró a Sigfried – ¡Sigfried! Convoca a los dioses guerreros. Algo grande está sucediendo.
- Creo que no es prudente que interfieran – Thanatos caminaba tranquilamente por el salón. Miró a Hilda con un rostro de satisfacción – La sinfonía de la muerte apenas empieza.
- No comprendo. ¿A qué te refieres? – Hilda aferró su báculo lista para atacar - ¿Quién eres tú?

En una de las cuevas, Carlos intentaba dormir. No había podido hacerlo desde hace tres días. Siempre que dormía le llegaban esas imágenes de muerte y sangre, donde una y otra vez veía morir a Sandra en sus manos. “Demonios; si sigo así, me voy a volver loco”. Fue entonces cuando escucho el estruendo. Salió corriendo de la cueva y vio humo salir del Palacio del Valhala, mientras dos figuras luchaban en sus tejados destruyendo todo alrededor.



-¡Maestro! ¿Pero qué significa esto? – Inmediatamente se colocó la armadura provisional que le habían ofrecido y se dirigió al palacio. Mientras corría, pensaba para sí: “algo está mal; tengo un mal presentimiento. Si la situación va de esta forma, significa que… ¡Señorita Hilda!”. Carlos Corrió tan rápido como sus piernas le permitieron ir. Llegó al puente principal y se encontró con los gigantes Tyr y Vael, que preocupados miraban cómo el palacio se derrumbaba sobre ellos.
-¿Qué está pasando Tyr? –Preguntó Carlos agitado - ¿Por qué todo ese estruendo?
-Joven Carlos, intrusos han entrado al palacio y el Señor Ashrod está luchando contra ellos – Tyr se detuvo – Usted no debería entrar allí.
-Tyr, no te pongas con esos cuentos ahora; necesitan toda la ayuda que se pueda.
-Los dioses guerreros Sigfried, Tholl y Hagen están dentro; no hará falta que usted luche, joven Carlos – Tyr y Vael se colocaron cual murallas en la puerta. – Lo sentimos, pero no podemos permitir que pase.
-En ese caso… -Carlos encendió su cosmo – Creo que es necesario que me abra camino entre ustedes. – el joven guerrero se colocó en posición de batalla, con su brazo izquierdo flexionado hacia atrás y su mano derecha abierta totalmente, con su brazo completamente extendido. Preparó su ataque formando una esfera de un brillante pálido, listo para lanzarla – Si esto es lo que piden, ¡Se los daré!


Tyr y Vael permanecieron inmóviles esperando que el joven lanzara su ataque. La mirada de Tyr era fría como el hielo y cortante como el acero. Finalmente, antes que Carlos lanzara su ataque, Tyr y Vael cedieron el paso.



-Joven Carlos… Le suplico que se cuide. – Los dos gigantes entraron corriendo al palacio y Carlos iba tras ellos. “Por un momento pensé que me tocaba pelear con esas dos moles. De la que me salvé”

En el palacio se libraba una lucha increíble: Mientras que Ashrod daba cuenta de la Bestia, Hilda de polaris encendía su cosmo para luchar contra Thanatos.
-Me sorprende que una mujer tan inteligente como tú no se haya dado cuenta antes- Thanatos peinó su cabello con las manos –Mi nombre es Thanatos, dios de la muerte y Señor de los campos Elíseos.
-¿Qué quieres de las tierras de Asgard, dios de la Muerte? – Hilda no soltaba su báculo ni dejaba de apuntar con él al dios - ¿Algo que quieras buscar?
-De seguro ni tú ni tus dioses me importan ahora mismo. He venido por mi Hermano, el dios del sueño Hypnos. – Thanatos miró a Hilda fijamente – Si quisiera, podría matarte ahora mismo y a toda tu gente. Sólo necesito pensarlo y sucederá.
-Eso es si nosotros lo permitimos – Hagen y Tholl entraron al salón, listos a batallar – Señorita Hilda ¿está usted bien?
- Guerreros, este no es un enemigo común. Estamos tratando con un dios; tengan cuidado. – Hilda retrocedió un poco dejando lugar a sus guerreros en la lucha – Cuídense Hagen y Sigfried. Tholl, ve y ayuda al Señor Ashrod; Ahora mismo está luchando con la Bestia.
-¿Qué? ¿La Bestia? – El rostro de Tholl se notaba increíblemente sorprendido – Creí que la habían destruido ¿Cómo demonios regresó?
-Ahora no importa. Sube al tejado y ayuda a Ashrod. Nosotros nos cargamos a este.- Hilda sonaba bastante decidida. De veras quería luchar contra Thanatos.
-Señorita Hilda, nosotros podemos hacernos cargo de él - Dijo Hagen- Además…
-¡NO! – La voz de Hilda denotaba ira – Nadie puede venir a mis tierras y hacer lo que se le venga en gana sin pagarlo. ¡Y mucho menos llegar a mi palacio, comer a mi mesa y luego traicionarme!
-Creo que me están subestimando dioses guerreros.- Thanatos miró a Hilda; su mirada no mostraba miedo ni sentimiento alguno – Aunque seas la representante de Odín en esta tierra, no podrás nunca conmigo, Hilda de Polaris. Acéptalo. Soy un dios. Tú no dejas de ser una mortal que dedica su vida y virginidad a Odín. Eres una casta Valkiria que no puede hacer nada más de eso. – Thanatos enfrentó a Hagen y a Sigfried. – Ustedes son un remedo de caballeros; hombres que se dan lugar como dioses portando esas armaduras frágiles e inútiles. Si la muerte es lo que buscan, yo no se las daré. A su tiempo vendré por sus almas; cuando venga ese día conocerán lo terrible que puede llegar a ser la visión y el castigo de la muerte encarnada. – Thanatos caminó tranquilamente hacia los dioses Asgardianos. Casi imperceptiblemente despareció delante de ellos, como si fuese un fantasma, como el espectro que es.


-¿Qué diablos fue eso? – Preguntó Sigfried consternado - ¿De veras es un dios ese hombre?
Hilda se apoyó con el báculo, dejando descansar su cuerpo sobre él. Suspiró. Sabía que no estaba lista para luchar contra un ser del calibre de Thanatos. Pero tampoco podía perdonar el sacrilegio que había cometido.
-Sí, era un dios. –Hilda se levantó orgullosa y se preparó para salir a lo que quedaba del balcón- Vamos, debemos luchar contra la Bestia. Veremos de qué se trata todo este asunto.

Ashrod corría dando brincos de un lugar al otro evadiendo los golpes de la bestia. “Diablos, ¡sí que es rápido!”. La Bestia saltó colocándose sobre Ashrod y lanzando una esfera de energía sobre él. Como pudo, Ashrod saltó, colocándose al nivel de la bestia, esquivando así el ken. “Mi turno”. Moldeó una esfera con sus manos y la lanzó directo al pecho de la bestia. El impacto fue de lleno. La bestia cayó como un pesado ladrillo contra el palacio, rompiendo el tejado, vigas y columnas de la edificación. Ashrod aterrizó cerca, preparando su siguiente golpe.



-Creo que los papeles se están invirtiendo ¿eh? – Ashrod juntó las palmas de sus manos creando una intensa luz en medio de ambas. Como por arte de magia, sacó la legendaria espada de Odín de una de sus palmas y de dispuso a luchar – ¡Levántate! Nunca mato gusanos en el suelo.
-No me subestimes Ashrod – La Bestia apartó un pedazo de columna de encima y se levantó limpiando el polvo de un pectoral de sus sapuris. –Recuerda que soy tú y conozco todos tus movimientos – Mientras decía esto, también saco de sus manos no una espada, sino una lanza cuyo extremo tenía una quimera en relieve. – Venga Ashrod ¡Demos rienda suelta a nuestro salvajismo!


La Bestia apoyó el cabo de la lanza contra el suelo, elevándose sobre Ashrod y cayendo con la punta extendida. Ashrod corrió hacia delante evitando el golpe; frenó en seco y preparó su espada para atacar, pero la bestia ya estaba lanzando su siguiente ataque, utilizando el bastón de la lanza para golpear a Ashrod. El cristal de la espada y el acero de la lanza chocaron haciendo un estruendo metálico acompañado de chispas. Ashrod lanzó varios cortes a la Bestia, pero esta los esquivaba todos, haciendo uso de su agilidad con la lanza.



-Te he dicho que conozco tus movimientos ¡NO me podrás vencer tan fácilmente!
-Entonces estamos iguales; tú eres yo y yo fui tú. ¡Deja de parlotear y pelea! – Ashrod arrojó su espada hacia la cabeza de la bestia. El ser maligno justo a tiempo desvió la corte con su lanza, dejando un punto ciego donde atacar. Ashrod aprovecho las pocas milésimas de segundo para abalanzarse sobre la bestia con una patada justo al estómago. El monstruo gruñó de dolor, doblando su cuerpo.
– Tiempo de pagar, Bestia.
Ashrod aferró a su oponente por su larga cabellera y lo azotó contra una columna; lo volvió a traer hacia sí, para recibirlo con una patada en el mentón. El cuerpo de la Bestia voló por los aires. Ashrod saltó quedando sobre el cuerpo inerte de su adversario, colocó su rodilla sobre su abdomen y en una carrera desenfrenada lo enterró en el piso del palacio. Una explosión de sangre salió de la boca de la bestia, manchando el rostro del dios guerrero. Ashrod se limpió con el dorso de la mano la sangre.
-Creo que he terminado contigo. No sé de qué se jactaba Thanatos sobre ti. Sigues siendo igual de débil.
Los dioses guerreros e Hilda llegaron en ese momento. Contemplaron la escena con satisfacción: Ashrod había vencido a la bestia sin ningún problema.
-Señor Ashrod, ¡lo ha logrado! – Sigfried, Tholl y Hagen se acercaron a Odín. – Y nosotros que veníamos a ayudarle…
-Sí… no fue fácil, pero lo logré. – Ashrod miró a Hilda con ternura. – Señorita Hilda ¿estás bien?
-Sí, sí lo estoy; mis dioses me han protegido – Hilda se sonrojó un poco; jamás Ashrod la había tuteado. – Gracias por guardar mi vida.
-No es nada; morir por su causa es un placer – Ashrod sonrió – ¡Pero dejémonos de cursilerías! Hay algo importante de lo que debemos…


En ese momento se escuchó una risa maléfica en el salón. Todos voltearon a mirar y, con terror, contemplaron cómo la Bestia se levantaba lamiendo la sangre de sus labios y riendo con gracia. Un enorme y terrible cosmo emergía de ella, rodeándole por completo y casi trasfigurándola en otro ser.


-Ahora verán que tan terrible es el poder de la bestia…¡¡Mueran todos!!

Continuará…
 

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“INSTINTO DE SUPERVIVENCIA”
El despertar
“Cuando la noche con su manto cierne la tierra en oscuridad, el único reino que sigue con vida es el sueño… y la muerte”.

El cosmo de La Bestia empezó a crecer de una manera desproporcional; un aura púrpura gigantesca empezó a emanar de ella, cubriendo todo el cuerpo del guerrero. De manera extraña, los sapuris del caballero empezaron a fusionarse con su cuerpo, creando más que una armadura, casi un exoesqueleto. El tamaño de la bestia empezó a cambiar. Ahora era más alta, más robusta y más atemorizante.


- ¿Qué demonios le está pasando a la bestia? – Sigfried no podía contener su asombro ni mucho menos el temor que ese animal le infundía - ¡Qué energía más terrible!
-No puedo creerlo…Su armadura se está… Se está uniendo a su cuerpo. ¡¿Qué está pasando Señor Ashrod?! – Tholl miró a su Señor, el cual estaba casi tan estupefacto como Sigfried - ¿Señor Ashrod?


Ashrod estaba congelado. Aunque lo deseaba, no podía moverse. ¿Qué era este sentimiento que helaba su sangre, sellaba sus movimientos y que no lo dejaba pensar bien? Su corazón latía fuertemente, casi retumbándole en los oídos. “¿Qué diablos me pasa? ¡Muévanse piernas!” Pero allí estaba él, frente a la bestia, sintiendo por primera vez en su vida una de las características que hacen persona a los seres humanos: El miedo.


La Bestia empezó a cambiar de forma. La diadema de Cristales oscuros que adornaba su cabeza, se hundió en su cráneo tapando sus ojos y creando una máscara que cubría parte de su rostro. De su cabeza empezaron a salir unos enormes cuernos como de carnero que tomaba la clásica figura en caracol. Sus piernas empezaron a engrosarse con los implantes de armadura, escondiendo todo vestigio de la anterior humanidad de la Bestia. Sus pectorales y hombreras hicieron lo mismo; la armadura de su brazo se alargó hasta formar una enorme estaca que nacía desde el codo hasta casi metro y medio fuera de su cuerpo. Los ojos de la bestia emitían un fulgor escarlata, como de sangre. Su boca empezó a segregar saliva y sus dientes se deformaron hasta casi hacerle parecer un animal. El cuerpo de lo que era un hombre se estiró retorciéndose de dolor. Un aullido animal salió de la garganta de la bestia, helando la sangre de todos los presentes. Miró a su alrededor, como buscando su presa, olfateando el aire. Su cabeza dio un rápido movimiento hacia el frente: Encontró lo que buscaba.



Carlos entró al salón principal; estaba vacío. De hecho estaba casi destruido. Las columnas hermosas que antes sostenían el lugar, ahora estaban caídas y agrietadas. Sintió una brisa helada. Miró hacia arriba: Un enorme hueco en el techo permitía entrar a la nieve y el frío. Los dos gigantes, Tyr y Vael se colocaron cada uno a su lado.


-¿Qué ha pasado aquí? – Carlos miró a su alrededor tratando de encontrar algo, algún indicio que le permitiera descubrir qué pasó en el lugar. – Está todo destruido.
-Señor Carlos, debemos apresurarnos; debemos encontrar a la Señorita Hilda y a los demás guerreros.


Los gigantes emprendieron la carrera nuevamente mientras Carlos todavía no reaccionaba de su asombro. Luego de un momento empezó a correr, alcanzando a los gigantes que ya le habían sacado ventaja. Entraron al pasillo que daba a los jardines y se petrificaron del terror: Lo que era una vez un hombre era ahora una masa de carne descuartizada. Los gigantes miraron la masa y la reconocieron: era un guardia del palacio.



-Pero qué… - Un grito femenino ahogó las palabras de Carlos. Inmediatamente todos empezaron a correr buscando el lugar de origen del grito. Salieron al balcón. Nada. Regresaron al pasillo nuevamente.
-Creo que no nos va a ser difícil saber dónde están los demás – Tyr señaló el suelo. Unas pisadas manchadas de sangre guiaban el sendero en la nieve que estaba cubriendo el pasillo. Se dirigían al salón de descanso. –Vamos.

El monstruo estaba destrozando a todo aquel que se interponía en su camino; los guardias del palacio no podían hacer nada para detenerlo. Sencillamente eran cortados como hojas de papel en su presencia. La sangre manchaba las paredes y el piso del castillo. Hilda y sus dioses-guerreros estaban esperando en el sótano del palacio. Todos, menos uno de ellos…


Ashrod estaba al frente de batalla, junto a los pocos guardianes del palacio que quedaban. Atrincherados en el pasillo que daba al túnel, los guardias esperaban con terror al enemigo bestial. Gritos y alaridos se escuchaban por el pasillo. “Allí viene” pensó el joven dios que, por primera vez en su vida estaba asustado y no sabía qué hacer en esta situación. Quizá eso era lo que le daba más temor: No saber qué hacer. Siempre destacado como un genio de las batallas, Ashrod sabía como pelear. Nunca había perdido los estribos en un combate ni mucho menos había sentido miedo. Era la primera vez que lo experimentaba. “Así que esto es lo que se siente ¿eh?’”. Acostumbrado a no retroceder, no sabía cómo “huir hoy para pelear mañana”. Para él no había mañana. “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Rió con inocencia. Podía escuchar su corazón latir en su pecho y al mismo tiempo escuchar como reteñían las armaduras de sus hombres. Tenían miedo; lo podía casi oler. Seguramente la bestia también. “Por eso se nos viene encima; sabe que estamos cagados del susto”.


-¡Asegúrense de tener bien entesados sus arcos! No podemos fallar un tiro. ¡No teman! Es como un oso pero más feo – “Y jodídamente más poderoso” pensó para sí - ¡Coraje guerreros! ¡Si morimos, moriremos derramando nuestra sangre por Asgard!


Ashrod y sus hombres esperaban en el pasillo. Se podían oír las pisadas de la bestia, pero nada de ella. Súbitamente sus pisadas se detuvieron. Silencio absoluto. Ashrod aguzó su oído. Un sonido poco familiar estaba en el aire. Era una especie de siseo. No, era un olfateo. “La Bestia nos está olfateando; se está asegurando que estamos aquí”. Ceso el olfateo. Ahora se empezaron a escuchar las pisadas otra vez. Los hombres entesaron sus arcos; Ashrod preparó su espada; los dioses guerreros rodearon a Hilda en un intento desesperado de protegerla. Más pasos, pero nada de la Bestia. “Demonios, está jugando con nosotros. ¡La muy maldita está jugando con nosotros!” Ashrod se cansó. Saltó la trinchera y corrió hacia el pasillo con la espada en su mano.


-¡Si crees que voy a correr otra vez, te equivocas maldito! – Ashrod arrojó su espada con todas sus fuerzas. En ese momento entraba Carlos al pasillo y la espada se clavó en la pared justamente al frente de su nariz.
-¡Ahhhh! – a Carlos casi se le salen los ojos del susto - ¿Qué demonios?
-¡Carlos! ¡Estúpido muchacho! ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Casi te mato! ¿Y la Bestia? – Ashrod escaneó con su mirada todo el lugar. Ni pista del animal. – Carlos, debemos salir de aquí.
-¿Por qué? ¿Qué está pasando? – Carlos agarró del hombro a Ashrod – Lo vi luchando en el tejado contra alguien y ahora todo esto… ¿Qué pasa Maestro? Dígame, con confianza.


Ashrod tardó unos minutos en colocar a Carlos al tanto. Carlos se dejó caer sentado en el suelo agarrándose la cabeza. “Esto no es entrenamiento, es una pelea de verdad ¡una de verdad!”. Al recordar la masa de carne en el pasillo y ver la sangre que manchaba las paredes, le entraron náuseas. “Respira, respira Carlos; no te dejes llevar por el pánico. Antes has luchado con animales; respira ¡Maldición, respira!”. Los gigantes Tyr y Vael hablaban con los santos Guerreros de Asgard. Ashrod daba coraje a sus hombres e ideaba una forma de escapar del palacio, para poner a salvo a Hilda. Miró a Carlos, que todavía estaba sentado en el suelo. Se sentó junto a él.


-¿Todo en orden Carlos?
-Nunca pensé que estaría tan pronto en una pelea de verdad – Carlos miraba el suelo- Esto está mal Ashrod; muchos guardias están muertos. Muchas viudas y huérfanos… ¿por qué Ashrod? ¿Qué demonios quiere la Bestia contigo ahora?
-La Bestia no me quiere a mí – Ashrod dudó un poco en decirle la verdad a Carlos – Su objetivo es otro.
-Hilda… - Carlos miró a la soberana de Asgard antes tan bella, tan fría; ahora la ira y las lágrimas llenaban sus ojos -¿Pero para qué quiere a Hilda?
Ashrod miró a Carlos. Realmente él no entendía la situación. No sabía verdaderamente quién era él; mucho menos comprendería que el verdadero propósito de la Bestia era despertar su demonio interno. Si lo decía, seguramente Carlos se sentiría culpable de todo lo que pasó.
-Vamos, debemos salir de aquí.- Ashrod se levantó, limpió su armadura del polvo y la nieve y se dirigió al grupo – Nuestro objetivo es salir del lugar. Debemos proteger a Hilda a toda costa, así como a sus guerreros; ellos se asegurarán de poner a Hilda en un lugar seguro –Ashrod miró a Carlos –Carlos, tú irás con sigfried y Hagen; Tholl estará conmigo y los otros guardias protegiéndolos. – Ashrod escondió la tristeza de sus ojos. “Por lo menos me aseguraré de mantenerte lejos de la Bestia”.

En los aires, arriba del palacio, Thanatos contemplaba la escena. Parecía la típica caricatura del gato y el ratón. Sonrió; el miedo se ríe de todos mientras la angustia desespera el corazón de los hombres; la valentía ha abandonado a sus guerreros, dando lugar a la terrible inseguridad, madre de todas las desgracias. “Sonríe Hades; más almas caerán bajo las tinieblas de tu manto”. En ese momento sintió un cosmo que lo rodeaba. Le era muy familiar…De hecho, él mismo lo había creado. Miró hacia el tejado del palacio. Lo que antes había sido un hombre, ahora estaba transformado en un típico demonio de Cocytos. La Bestia olfateaba el aire, buscando la ubicación de su presa. Thanatos descendió un poco hasta ponerse a la altura del animal.


-Así que has tenido que transformarte… Me decepcionas Bestia.
Una voz gutural y demoniaca salió de la garganta del animal:
-Ashrod ha aumentado sus fuerzas más allá de lo que recordaba; no fue suficiente con mi forma humana. Tuve que recurrir a mi estado original.
-Me estoy impacientando Bestia. Quiero que busques a mi hermano y me lo traigas –Thanatos se estaba irritando. La Bestia le miraba desafiantemente.
-¿Crees que estás en posición de exigirme? Ya no tengo mi forma humana; ni hay cuerpo débil que limite mis poderes. ¡Soy un demonio de Cocytos! ¡No estás en posición de exigirme nada!



La Bestia se colocó en postura de ataque; sus largos brazos flexionados mostraban amenazantes sus garras; su esbelto cuerpo se tensó un poco, como listo para saltar y atacar. Thanatos miraba con furia al animal. Pero no le temía. La Bestia abrió su inmunda boca mostrando todos sus colmillos; la saliva corría por toda su boca. Se lanzó con sus brazos totalmente extendidos, como queriendo anclarse al dios; parecía un resorte. Thanatos ni se inmutó, levantó su mano y la Bestia quedó como petrificada en el aire. No podía moverse. Thanatos movió lentamente su brazo hacia le izquierda y con un rápido movimiento apuntó con su mano abierta al suelo. Como movido por un titiritero la bestia se estrelló violentamente contra el suelo, destrozando con su cuerpo una roca cuya saliente emergía de la nieve. Thanatos descendió un poco y miró a su oponente. Una mano invisible volvió a levantar a la Bestia hasta la altura de thanatos.



-¿Cómo te atreves a levantar tu mano contra un dios? ¿Crees que tienes el poder para detenerme o aún para retarme? ¡Maldito!



Thanatos volvió a estrellar a la Bestia por el suelo, esta vez arrastrándolo por todo el lugar, haciendo una zanja por donde su cuerpo maltrecho pasaba. La Bestia terminó estrellándose contra una pared. El animal no podía moverse, ni mucho menos defenderse. Thanatos descendió. Miró a la bestia y extendió su mano. Hilos púrpura con carmesí rodeaban el cuerpo del monstruo. La Bestia empezó a convulsionar, desesperada por librarse de la mano invisible de sus hilos. Sintió como si su carne estuviese siendo cortada mientras una presión horrible en su pecho le robaba el aliento. Thanatos atrajo el cuerpo convulsionante de la Bestia hacia sí.


-Escúchame bien animal zarrapastroso, excremento de los demonios del averno; ¡Yo te he librado del sueño en el que estabas y te puedo dormir de nuevo! ¿Cómo te has atrevido a retarme Maldito gusano? – Thanatos cerró su mano lentamente, haciendo que el cuerpo del demonio se retorciera de dolor y suplicara por su existencia –por última vez te lo diré: Busca a mi hermano y desata su poder. NO me importa cómo; si es necesario matar a todo Asgard, ¡Hazlo! ¡Pero ve y busca a mi hermano! – Thanatos arrojó nuevamente al monstruo contra la pared. Al fin libre, el demonio no hacía más que sobarse su cuello y mirar humillado a la nieve.
-Sí Maestro Thanatos; haré lo que me pide.

Thanatos subió nuevamente a los aires y miró hacia el suelo – Creo que la fiesta va a comenzar –Se dijo a sí mismo. En la salida trasera del palacio, los guerreros dios e Hilda de Asgard salían custodiados por los guardias del palacio y por Ashrod. Thanatos miró atentamente y se dio cuenta que Carlos también estaba protegido por los guardias. “Creo que tendré que acelerar las cosas” Pensó para sí. Extendiendo su dedo índice, lanzó un rayo casi imperceptible que fue a parar a la cabeza de Carlos.
-Ahhhhhhhhhh! – Carlos empezó a gritar de dolor mientras se agarraba la cabeza, intentando casi arrancársela - ¡Duele, quítenmelo!
-¿Qué demonios? – Ashrod miró a Carlos e inmediatamente sintió un terrible Cosmo. Miró hacia el tejado: la Bestia estaba acechándoles desde arriba, lista para atacar. - ¡Guerreros, protejan a Hilda! ¡Maldición! ¿Por qué tiene que pasar esto justo ahora que…? – Detuvo su pregunta. Sintió un cosmo horrible nacer de Carlos, que todavía se estaba retorciendo de dolor en la nieve. - ¡Demonios no! ¡NO ahora!
Thanatos reía de emoción.

“La hora oscura en que el sueño se convierte en muerte acaba de iniciar”

Continuará…
 

Echenique

El esposito de Consentida
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Respuesta: El Despertar del Divino

“Instinto de Supervivencia”
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“La providencia juega con la ruleta rusa a la cual llamamos destino; sabemos que la rueda está girando. Lo que no sabemos es qué resultará al detenerse”

Carlos abrió los ojos. Todo estaba oscuro; sólo una tenue luz alumbraba su espacio en medio de tan fría negrura. Se irguió con facilidad, notando que sus miembros respondían rápidamente. Se sentía más tranquilo… Pero terriblemente solo.



-¿Dónde estoy? – Miró a su alrededor buscando encontrar algo o alguien que le diera alguna pista de su ubicación. - ¿¡Qué es este lugar!?
El grito de Carlos se vio ahogado por el eco de su incertidumbre agónica, mientras el silencio era la única respuesta que encontraba a su inquietud. Caminó un poco y notó que la luz se movía con él. Se detuvo. La luz se detuvo también. Se sintió extraño, casi como si estuviese siendo observado…Corrió un poco y aún así la luz iba con él. Tardo un poco en captar la realidad… ¡El emitía la luz!

La Bestia se lanzó como un rayo contra el grupo de guardias aplastando a un desdichado en su aterrizaje. Con un cruce rápido de sus brazos, formó una enorme tijera con las púas de sus codos, cortando en dos a los soldados que se encontraban en su rango. Separó sus sanguinolentos brazos con lentitud, descubriendo su rostro demoniaco lleno de placer. Los guardias restantes disparaban sus flechas contra el animal mientras los dioses guerreros intentaban llevar a Hilda a un lugar seguro. La Bestia rugió mientras su cuerpo era cubierto por su enorme cosmo púrpura. Extendió sus manos abiertas al frente y lanzó un enorme cometa al grupo. Nadie pudo reaccionar al ataque. Los guardias se vieron desintegrados por la energía mientras los dioses guerreros e Hilda eran lanzados por los aires debido a la explosión. El cuerpo torturado de Carlos llegó a parar contra un árbol mientras, aún convulsionando, seguía aferrando su cabeza chillando de dolor. La Bestia avanzó hacia la nube de nieve y polvo que se erguía ante ella. “Espero no haber matado al muchacho… ¡Diablos!”. Sus pies se hundían profundamente en la nieve con cada paso que daba. Olfateaba el aire en busca de algún vestigio de supervivencia del chico. El enorme cosmo que había sentido antes, emanando de él, había cesado. De repente, una figura rompió con un corte de su espada la nube de polvo; la Bestia alcanzó a reaccionar usando sus púas como escudo. La figura retrocedió de un salto al ver su ataque frustrado y desapareció en su escudo de nieve y polvo. La Bestia se llenó de enojo y, con una explosión de su cosmo, disipó el polvo que la cubría. En medio de la disuelta nube, a pocos metros de distancia, Ashrod apareció con su brillante espada en una posición de estocada. Sus ojos fulguraban ira y su rostro se transfiguraba en una mueca de cólera. Tras la Bestia, los gigantes Tyr y Vael blandían sus hachas en un intento desesperado de detener al engendro.


-Tus intentos por detenerme son inútiles, encarnación de Odín. Tu sangre y la de tus hombres bañarán las tierras frías de Asgard. – El demonio se irguió con confianza ante el guerrero que no daba muestras de duda o terror – Entrégame al muchacho… Y te juro que no beberé la sangre de tu amada. Quizá hasta pueda perdonar su patética existencia.
-Desgraciado… debí haberte matado cuando tuve oportunidad – Ashrod contenía sus lágrimas de Ira – Pero ahora redimiré mi error… ¡Te juró que te mataré y te enviaré al mismísimo infierno! ¡NO me importa irme contigo en el intento!
Ashrod corrió hacia la Bestia apuntando con su espada al corazón del engendro.
-Valientes palabras guerrero – Con un movimiento rápido agarró por el filo la espada del dios dejándolo frío de la impresión - ¿Pero podrás sustentarlas con actos?


La Bestia alzó en vilo a Ashrod, aún aferrado a su espada y clavó su enorme puño en el abdomen del dios guerrero. Un gruñido de dolor salió del hombre que, como un muñeco era golpeado repetidas veces de forma inmisericorde por el demonio. El gigante Vael corrió al auxilio de su amo alzando su enorme hacha; La Bestia, percatándose de las intenciones del gigante, lanzó fuertemente al golpeado Ashrod contra Vael. Ambos cuerpos rodaron por la nieve mientras Tyr los esquivaba y arrojaba su hacha contra el demonio.
-¡Muere Monstruo!... – Las palabras de Tyr se vieron ahogadas por una imagen aterrorizante: La Bestia había dejado pasar el hacha por su lado y la había aferrado por su mango; luego la lanzó con todo su impulsó directamente contra el gigante que, impotente, fue a dar contra su arma. La sangre manchó la blanca nieve de las tierras nórdicas de Asgard. El gigante cayó de rodillas con su hacha hundida desde su clavícula hasta casi la mitad de su caja torácica. Una expresión triste y frustrada mostraba el rostro del guardia de Palacio que, en medio de su agonía sólo pudo pensar en algo:



-Señor Ashrod…cof, cof… Señorita Hilda… perdónenme por fallarles – Agarró por el mango su enorme hacha intentando sacarla.



La Bestia se acercó cruelmente al agonizante gigante y extendió su mano hacia él. La Púa hecha con los antiguos vestigios de sus sapuris se hundió desde su codo, haciéndola sacar por la palma de su mano. La punta del espolón salía lentamente y el gigante podía verla, premeditando cuál sería su fin. En un rápido movimiento, como de resorte, la púa salió y se hundió en el cráneo del gigante, regresando después a su ubicación a las afueras de su codo. Los miembros del gigante descansaron sin fuerza y su enorme humanidad se hundió en la nieve, abandonando el alma al cuerpo.


-¡Nooooo! ¡Tyr no! – Hilda lloraba desconsolada contemplando la cruel visión. Miró a su alrededor advirtiendo que estaba cubierta de tierra y nieve manchada de sangre. Se levantó como pudo buscando a tientas su bastón. – Esto… Esto… ¡Esto no te lo puedo perdonar! – El cosmo de Hilda se encendió de manera increíble, llamando la atención de la Bestia.
-¡Vaya! ¡Pero si es la damita de Odín! ¡Me tienes aterrorizado con tu cosmo! – Buscó con la vista los cuerpos inertes de Vael y Ashrod; luego se volteó hacia Hilda que sostenía amenazantemente su bastón - ¿Qué puede hacerme una valkiria que se dedica sólo a orar y rezar a un dios que yo he matado?
-¿Alguna vez has leído la Biblia monstruo? – Hilda rasgó parte de su manto, dejando casi al descubierto sus piernas. Su blanca piel quedó expuesta al frío de Asgard – la carta de San Jacobo (Santiago; “Iacobos” escrito en griego; se le agregaba el “San” y se pronunciaba “San Iácobos” en latín) dice que la oración eficaz del justo puede mucho – Se apoyó en sus piernas casi en cuclillas - ¡Y yo he orado mucho!

Como una saeta lanzada por brazo de valiente Hilda voló hacia su adversario. Utilizó su bastón como barra de apoyo y salto tras las espaldas del demonio justo cuando este blandía su brazo para herirla con sus púas. Acto seguido, hundió su bastón en la espalda del monstruo robándole un aullido de dolor. Retrocedió unos pasos y empezó a blandir su arma intentando golpear al demonio. La Bestia esquivaba con agilidad los golpes de la Valkiria, al mismo tiempo que lanzaba terribles Zarpazos tratando de alcanzarla. “Es demasiado rápido; no podré resistir mucho” Los pensamientos de derrota huían de su mente guerrera al recordar los sacrificios que se hicieron por protegerle. Esquivando uno de los zarpazos de la Bestia, Hilda saltó ubicándose sobre la cabeza de la Bestia y aterrizando con su bastón extendido, buscó hundirlo en su enemigo. La Bestia retrocedió un paso, agarró con fuerza el bastón de la diosa y giró rápidamente despojando a la diosa de su bastón y lanzándola contra un árbol. Como un gato, la diosa aterrizó sobre sus dos piernas en el tronco del árbol, casi hundiendo sus pies en la madera. El impacto hizo que las pocas hojas y ramas que quedaran en él cayeran, haciendo un muro que estorbaba la vista del adversario. De en medio de las hojas salió la valkiria sacando de la palma de su mano una espada azul celeste, marcada con escritos en élfico y con tres runas incrustadas en su hoja. A duras penas el demonio pudo frenar el corte mortal con una de sus púas.


-Creo que te he subestimado mujer – el demonio chasqueaba sus dientes mientras luchaba por mantener a nivel a la Valkiria
- Creo que me dedico a algo más que orar y rezar demonio.


Hilda rápidamente rotrocedió dejando libre al monstruo; aterrizó sobre su pierna izquierda y la uso de apoyo para hacer otro giro en el aire. Clavó la espada en la nieve y miró a su adversario que se dirigía hacia ella


-¡Hoy morirás monstruo! – Arrastrando su hundida espada en el suelo, marcó una línea, como si intentara cortar la tierra en dos. Un as de luz azul cortó la tierra, piedra y todo lo que hubiese en su camino, pasando a través de los sorprendidos ojos de la Bestia. El ser detuvo su carrera, dejando caer sus brazos a los lados de su cuerpo y con la mirada perdida en el cielo. Tras de él, los árboles y rocas fueron limpiamente divididos, mientras el monstruo permanecía inamovible mirando el horizonte.


-¡Lo Logré! – Hilda se permitió descansar apoyada sobre su espada y con una rodilla en la nieve. – Ashrod, siento no haberte protegido antes… Amor, lo siento tanto…
- Siento interrumpirte Valkiria… Pero… Esto no se ha acabado – El monstruo miró a Hilda con ira. De su frente, un hilillo de sangre azul corría bañando su rostro – De veras has logrado enfurecerme mujer; ¡De veras lo has hecho!
-No puede ser… Te he atravesado yo… - Las palabras de Hilda fueron calladas al sentir la enorme mano del monstruo aferrar su cuello. El aire se acababa mientras, desesperada, sentía cómo los huesos de su cuello estaban a punto de ceder – “Perdóname Ash… Lo siento” – Los brazos de la Valkiria se aferraban con fuerza a la muñeca del monstruo mientras, lenta y tortuosamente, la vida iba abandonando su cuerpo.

Carlos cerró sus ojos y los volvió a abrir. Al hacerlo, se encontró en una playa hermosa, en pleno ocaso del sol. Tardó un poco en reconocerla, pero era la playa donde había entrenado antes con su Maestro. Se vio a sí mismo en la orilla del mar, mojándose los pies con las olas que, con suavidad, se estrellaban contra sus tobillos. La visión era realmente hermosa… Pero muy confusa. Hace unos momentos estaba escapando por su vida en Asgard; luego estaba en un lugar terroríficamente oscuro… Y ahora estaba en esta playa, rodeado de belleza y paz.


-¿Qué es todo esto?
-Los juegos de tu mente; recuerdos y anhelos que desearías poder realizar o vivir nuevamente – Un hombre de cabellos rubios y ojos claros se acercó a él. Cubierto con un manto blanco y un cinto azul, resaltaba la gran estrella que tenía grabada en su frente. – Todo esto es un sueño.
Carlos miró extrañado al hombre- Disculpa… ¿Nos hemos visto antes?
-Sí – El hombre se ubicó plácidamente a unos dos metros de Carlos – Hace mucho tiempo.


Recuerdos vinieron como un flash a la mente de Carlos; imágenes corrían por su cabeza… Sandra sonriendo, Aníbal molestándole… hombres muriendo y la cabeza del atacante de chaqueta azul explotando… Aníbal muerto en el suelo del centro comercial… Él mismo sosteniendo el cuerpo inerte de Sandra en sus brazos mientras lloraba de dolor. Sólo un nombre cruzó su mente en ese instante: Hypnos.
El hombre se acercó más a Carlos y luego se alejó unos metros del mar para poder sentarse en la playa. Su mirada parecía tranquila, nada parecido al ser demoniaco que atacó el centro comercial. Carlos se acercó airado al hombre.


-¡Tú eres Hypnos! ¡Tú me obligaste a matar toda esa gente!
-La verdad, yo no te obligué a hacerlo – Respondió Hypnos tranquilamente – Tú decidiste hacerlo cuando, cegado por tu ira, dejaste que mis poderes te dominaran… - Hypnos sonrió- De hecho, fue la primera vez que nos sincronizamos.
-¡Déjate de payasadas imbécil! ¡Eso de sincronización me huele a muñequito japonés! Tú me obligaste a hacerlo- Carlos señalaba airado al hombre que, como si nada sucediese, se mantenía sentado en la arena, mirándole plácidamente.
-Carlos. Tú Maestro te lo dijo antes ¿no? ¿Quién eres en realidad?
-Yo soy Carlos Echenique, un simple estudiante de instituto que perdió a sus amigos y mató a la mujer que amaba – Una lágrima surcó su mejilla – No soy más que eso.
-NO. Tú eres más que sólo un joven débil de instituto. Tú eres yo y yo soy tú. Eres el cuerpo que el destino me preparó para habitar nuevamente la tierra. Eres el receptáculo de un dios, su templo viviente en la humanidad… Eres Hypnos, dios de la somnolencia y del inframundo. – Hypnos miró fijamente a los ojos sorprendidos de Carlos – Recuerda quién eres.


Una cascada increíble de imágenes venía a la mente de Carlos. Una armadura con forma de hombre con plumas como de cuervo; un hombre idéntico a Hypnos pero con cabellos grises; una sombra femenina con un tridente en medio de muchos hombres que vestían sus armaduras oscuras y clamaban por un dios; Hypnos y el otro hombre guardando la entrada de los campos Elíseos luchando contra unos guerreros que vestían armaduras doradas… Oscuridad total: La siguiente visión mostraba a Hypnos caer vencido ante dos hombres, uno de cabellos rubios y otro con una larga cabellera negra… Sus últimas palabras: “Si Hades encuentra su verdadero cuerpo, será el fin”.

Carlos se sentó al lado del dios que, con gusto recibió su compañía. -Así que es verdad… Soy un dios. El dios del sueño profundo… - Carlos miró intrigado a su otro yo - ¿Qué quieres de mí?
-A ti Carlos. Deseo que tú te unas conmigo. – El hombre miró hacia el horizonte – Necesito poder controlar tu cuerpo, mente y corazón para vivir nuevamente sobre la tierra. – Miró a Carlos otra vez- Deseo que cumplas el destino para el cual has nacido.
-¿Destino? – Carlos meneó su cabeza un poco. Todo iba demasiado rápido. Nunca tomó en serio las palabras de su Maestro sobre eso de ser un “dios”; de hecho, nunca lo creyó. Entrenó con él para poder olvidar, así sea un poco, el dolor de saberse culpable de… - No puedo dejarte hacer eso. Recuerdo de lo que eres… De lo que somos capaces de hacer – Las imágenes de muerte vinieron a su mente otra vez – Sé que todos estarán en peligro si te dejo salir.
-Has luchado valientemente en contra de mi voluntad durante estos años – Hypnos miraba admirado a Carlos – Y estoy seguro que preferirías morir antes de liberarme. En efecto, eso nos pasará si no me dejas tomar control de ti. – Hypnos dibujaba traviesamente figuras en la arena mojada por el mar. - ¿Sabes qué está pasando ahora mismo?
Carlos miró con curiosidad al dios que, como un niño entretenido, jugaba haciendo trazos en la arena.
-Tus amigos están muriendo uno a uno en manos de La Bestia.
-¿Qué? ¡Estás mintiendo! – Carlos miraba aterrorizado al dios que seguía hurgando en la arena, como buscando algo que perdió - ¡Ashrod nunca permitiría que…!
-De hecho, Ashrod, tu Maestro, ya cayó. Tyr ha muerto por el filo de su propia hacha y los santos dioses guerreros de Asgard yacen en la nieve respirando su último aliento… - El dios detuvo su búsqueda y hundió su mano en la arena sacando un pececillo que a duras penas podía moverse. Sus branquias se movían con lentitud y sus ojos mostraban una desesperación total – Tu Señora, Hilda de Asgard, se retuerce de dolor como este pez en manos de ese monstruo… Están muriendo Carlos, a manos de un monstruo que te busca sólo a ti. Sería capaz de matar todo Asgard sólo para encontrarte.


Carlos miraba cada vez más aterrado al dios. No veía con sus ojos la imagen pero, de alguna manera, sabía que lo que decía era verdad. Sus amigos morían. La escena se repetía una y otra vez. La gente moría por su culpa; volvía a matar personas… Y otra vez, no podía hacer nada para evitarlo. El rostro tranquilo y angelical de Sandra inundó sus pensamientos. Debía hacer algo; ¡Tenía que hacer algo!
-¿Qué puedo hacer? ¡Devuélveme a Asgard! Debo intentar hacer algo para detener esto.
-Tú no podrás hacer nada Carlos – Hypnos soltó al moribundo pez en la arena – Tus poderes han aumentado pero aún son insuficientes para vencer a ese monstruo. Pero… -Su silencio parecía introducir la verdad que Carlos sabía debía escuchar – Yo sí puedo detenerle.
-¿Dejarte ir? – Carlos miró atónito al ser que, inocentemente le miraba, casi como leyendo sus pensamientos – No puedo hacerlo… Me saldré de control y terminaré matando a todos… entonces yo seré la Bestia.
-No si yo controlo por completo tu voluntad – las palabras de Hypnos cortaron el corazón de Carlos – podemos ser uno: Tus pensamientos y los míos; mis poderes más los tuyos; tu corazón será mi corazón…Igual, podrás tener parte en mis emociones y controlar nuestros poderes. Podremos compartir este tabernáculo y ser uno para siempre. – Hypnos tomó el pez y lo lanzó al agua. Como por arte de magia, el animal reaccionó rápidamente y se perdió en las profundidades del mar. Levantase el dios mirando a Carlos y extendiendo su mano- ¿Qué dices Carlos? ¿Cuál es tu decisión?

Ashrod abrió sus ojos y contempló la trágica escena: Hilda soltó la muñeca del monstruo en un gesto de impotencia; sus ojos dejaron de brillar viniendo a ser opacos completamente y una lágrima fría surcó las facciones ahora pálidas de la Valkiria. Ashrod sabía que debía hacer algo. Pero estaba demasiado herido; demasiado cansado. Le dolía hasta para respirar; sabía que muchas de sus costillas estaban rotas y que parte de su armadura se había incrustado en su pecho. Golpeó la nieve con impotencia. “Hilda… No puedo dejar que mueras ¡No puedo hacerlo!” Se levantó lenta y torpemente encendiendo el poco cosmo que le quedaba.


-Suéltala Maldito… Bestia inmunda e insolente…- Ashrod formó un ken con su puño - ¡Que la sueltes bastardo!
-Así que todavía estás vivo – La Bestia sacudió a Hilda como una marioneta – Eres afortunado… ¡Vivirás lo suficiente para ver cómo le destrozo el cuello a tu amada!


En ese momento tanto Ashrod como la Bestia quedaron petrificados. El demonio soltó a Hilda dejándola caer en la nieve; sus ojos estaban llenos de terror y su cuerpo entero temblaba entorpeciendo por completo sus movimientos. Un enorme y terrible cosmo se erguía imponente en las tierras de Asgard. Ashrod corrió desesperado a socorrer el cuerpo de Hilda mientras la Bestia buscaba con susto el lugar de origen de la monstruosa energía. En los cielos Thanatos tenía una expresión seria y grave en su rostro: Al fin había sucedido… Su hermano había despertado. ¡Tantos años de intentar encontrarlo! ¡Tanto trabajo para hacerlo despertar! Pero algo andaba mal; este cosmo definitivamente pertenecía a su hermano… Pero había algo diferente en él.


El cuerpo de Carlos se levantó de la nieve. Sus ojos estaban cerrados pero daba la impresión de ver perfectamente cada detalle a su alrededor. Aspiró profundamente para luego suspirar lenta y calmadamente. Abrió sus ojos. El color de ellos había cambiado… Ahora eran azules celestes, llenos de paz y tranquilidad. Se agachó un poco y tomó un poco de nieve en sus manos. Era como si nunca hubiese probado o sentido nada del mundo.


-¡Qué fría está!- Carlos dejó caer el puñado de nieve y rió. – Esto es interesante.
La Bestia miraba con curiosidad al ser que, lejos de parecer el chiquillo asustado de antes, parecía otra persona. Se acercó lentamente al joven que pasaba por alto su presencia. Ashrod tomó a Hilda en sus brazos y se alejó a una distancia prudente. Puso sus dedos índice y anular en el cuello de la valkiria; su pulso era lento, pero estable. Pudo observar su tórax que se movía lentamente: Aún respiraba. La abrazó tiernamente contra su pecho protegiéndola de un sorpresivo viento gélido que se levantó. Miró a los dos seres que por fin quedaban cara a cara, el uno contra el otro. “Rayos, al fin y al cabo sucedió; sólo nos queda esperar el final de esto”.

-Así que este muchacho es el terrible dios que me mandaron a encontrar... ¡Rayos! ¡Y creer que he perdido mi tiempo sólo para esto! – El demonio miraba a Carlos con cautela. Si de veras era el dios que Thanatos decía que era, no tendría ni la más mínima oportunidad contra él. Sin embargo, había algo diferente… Parecía como si…
Thanatos miraba con ira desde el cielo. “Hypnos, Maldito sentimentalista ¡¿Qué has hecho?!” De alguna manera sabía que este joven que veía era su hermano; pero su cosmo era diferente. Era como si se hubiese fusionado con su anfitrión en vez de absorberlo por completo. La energía de su cosmo era mayor de lo que recordaba; pero sin sus sapuris divinos sus poderes no llegaban a su máximo nivel y perfección. Si era cierto que Carlos aún tenía conciencia sobre su cuerpo y control sobre los poderes de Hypnos, entonces habría un problema. “De seguro el muy desgraciado no participará de la guerra santa… ¡Demonios!” Thanatos descendió rápidamente colocándose tras la bestia. Carlos observó a su hermano descender y posarse plácidamente a unos centímetros de la nieve.
-Hypnos… Dios del inframundo y de la somnolencia; siervo de Hades y consolador de los hombres y dioses… Hermano – Thanatos se acercó a Hypnos en señal de aceptación y cariño. - ¡No sabes cuánto he esperado este momento!
-Thanatos. Al fin nos vemos nuevamente. Hace tiempo… - Hypnos miró a su hermano directamente a los ojos – Hermano, también he deseado verte.

Unos segundos de silencio hicieron preludio a la tormenta que habría de venir. Ashrod protegía aún a su amada entre sus brazos; los dioses guerreros Hagen, Tholl y Sigfried despertaban de su letargo. “El suspiro antes de sumergirse en las aguas de la angustias; la calma antes de la tempestad; el silencio antes del grito desgarrador que sumirá a este mundo en una de las batallas más cruentas que habremos de enfrentar.” Mientras estos pensamientos torturaban la mente de Ashrod, Hilda despertó y contempló la escena.


-Así que al fin ha sucedido… - Escondió su rostro en el pecho de su dios y aferró con fuerza su armadura - ¡Hemos fallado Ash! Hemos fallado.
Los tres seres permanecían inmóviles formando una trinidad destructora. Ashrod miraba impotente el fin del mundo como lo conocían, sin poder hacer nada al respecto.
-Esta no es mi manera de ser Hilda – Ashrod de Odín separó a la diosa de su regazo y se levantó de la nieve, encargando a los dioses guerreros su protección – Ya sabes lo terco que puedo llegar a ser. ¡No puedo ver el final del planeta sin poder hacer parte del show!


El dios Odín miró a sus hombres con una confianza increíble en medio de tal hora de oscuridad. El rostro de su amada reflejaba aprobación, aunque con sus lágrimas confesaba el dolor de dejarle ir, de saber que probablemente su amado no regresaría a su lado jamás. Ashrod miró al trío de dioses y demonios que tenía al frente, sacó su espada divina de la palma de su mano y palpó su filo.


-Espero y no me defraudes, amiga – hablaba a su espada como a una vieja compañera- hemos pasado por mucho juntos; pensé que por fin tendríamos paz y que tu filo descansaría de probar sangre y carne de jóvenes valientes… - golpeó el filo de su arma contra la palma de su mano – pero qué más, ¡A por ellos!

Fin.
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Bueno, este es el final. sé que es muy largo, sé que es un poco pueril... pero ajá, fue escrito hace ya 5 años - Apenas empezaba a escribir :xd:

Así que, ¿qué opinan????????



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Android

Perseguido Político
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Respuesta: El Despertar del Divino

He leido los primeros 2 capitulos y está muy interesante (y mira q he leido muchos fics de Saint Seiya) espero leer los demas para comentar muchas gracias
 

Echenique

El esposito de Consentida
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Respuesta: El Despertar del Divino

Wow!!! Tengo respuesta a mi escrito!!! Muchas gracias por tu opinión Android. Ojalá lo puedas terminar y pues decirme qué tal te pareció.

Más que un fic basado estrictamente en Saint Seiya es un Spin off con otros personajes portando las diferentes armaduras y Sapuris... Obviamente en un universo diferente XD
 

V-King

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Te juro que los leo de aqui a febrero completos y te dejo una opinion decente..... pero los posteaste de corrido.... asi que me tomaré el tiempo para analizarlo y responderte como corresponde .....


Ahora me largo a escribir....
 

Echenique

El esposito de Consentida
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Te juro que los leo de aqui a febrero completos y te dejo una opinion decente..... pero los posteaste de corrido.... asi que me tomaré el tiempo para analizarlo y responderte como corresponde .....


Ahora me largo a escribir....

Hasta febrero???? Tan largo es??? :lol: :lol: :lol: :lol:
 

V-King

Judge V
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Respuesta: El Despertar del Divino

Es que tengo examenes y de por si, no leo fanfics.

Pero ponle a mediados de enero oquizá antes
 
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