Jigoku Shoujo: Un análisis del pacto con Enma Ai

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Psicoanálisis Jigoku Shoujo

El anime del que me permití hacer un análisis y del que me permito ahora comentarles, es el llamado Jigoku Shoujo, traducido al español como “La chica del infierno”. Un anime ubicado en el género oscuro, con rasgos de suspenso y terror psicológico. Donde la premisa fundamental del anime es la siguiente:

Cuenta una leyenda urbana, que existe un sitio en Internet llamado “el correo del infierno”. En ese sitio, es posible escribir el nombre de una persona; una persona en la que fundamentes un odio profundo. Si tu solicitud es aceptada. Enma Ai cobrará venganza en tu nombre, no sin antes hacer un significativo intercambio.

No hablaré de un capitulo especifico de la serie, mucho menos del carácter o conductas de los personajes, mi objetivo es enfocarme en la premisa global del anime, la cual se repite capitulo tras capitulo; hablo del contrato que realiza el sujeto que odia, el sujeto que ingresa a la pagina y desea venganza.

Para ello, he dividió el contrato en seis partes, mismas que se repiten contrato tras contrato, he llamado a las fases: 1. Odio y Venganza, 2. La indeleble firma, 3. El pacto y la palabra, 4.Conciencia e inconsciencia, 5. Venganza Concedida y 6. La marca mortal.

La primera fase, Odio y Venganza es el motivo principal para comenzar el contrato. Aquí, el sujeto que odia y desea vengarse esperará a que el reloj marque las cero horas, y entonces acedará a la página.

De acuerdo con Freud el odio a diferencia del amor, tiene un origen y pasa por un desarrollo diferente, y así, está ligado con que lo molesta, produce malestar y resulta displacentero. El yo odia, aborrece y persigue con propósitos destructores, a todos los objetos que lleguen a suponer una fuente de displacer, porque constituyen una privación para su satisfacción sexual o para sus necesidades de autoconservación[1].

De ello que, el yo del sujeto contratista (llamemos así a quien hace el pacto con la chica del infierno) sienta peligro, sea vea amenazado, privado y reprimido.

En su crueldad destructora, la cultura represora devasta en el sujeto todos los placeres, las esperanzas, los temores. Sin embargo; en la locura que el dolor genera, un placer, una esperanza, un amor todavía germina: la venganza.

La sociedad abomina la venganza porque pretende que todos los dolores sean olvidados, perdonados, justificados y tolerados[2]. Siendo estos los ideales del superyó.

La venganza como el odio, discrimina al enemigo, conoce la causa del daño, sabe cómo fue planeado, realizado y ejecutado; además, le brinda un sentido al dolor. La venganza no es elaboración, sino la actualización del trauma, no es violencia que llama a la violencia, sino violencia que responde a la crueldad de la cultura represora[3].

El vengador no es terrorista, debido a que no baliza su dolor, al contrario quiere sentirlo para darle un sentido. Entonces, el vengador tolera su propio dolor y lo sostiene con el fin del encontrar la fuerza para no abandonarlo, para que su venganza se consuma, porque su venganza es su nuevo placer, es su nuevo amor. El goce es goce, por limites, por la prohibición, y

Porque el sujeto que odia, el sujeto que tolera lo intolerable, que tolera que su dolor le siga doliendo, que no necesita recurrir a las analgesias culturales, es totalmente impermeable a la caricatura de la justicia que se hace llamar derecho.

La energía no domeñada de la venganza es la pulsión de muerte, que encontrará un sentido y un destino: exterminar a quien se odia.

La pulsión de muerte encuentra entonces su lugar, en donde una sociedad que impuna “no mataras”. Una prohibición tan terminante contra un impulso igualmente poderoso, el odio.

El sujeto, acepta la muerte cuando se trata de un extraño o un enemigo, y los destina a ella con gusto y sin escrúpulos. Donde el inconsciente no llega al asesinato, se limita a pensarlo y desearlo. Nuestros impulsos instintivos suprimen constantemente a todos aquellos que estorban nuestro camino, nos han ofendido o perjudicado, ya que todo daño inferido a nuestro yo, es un crimen[4].

La segunda fase; la indeleble firma, hace referencia al momento en que el contratista escribe el nombre de la persona que odia en el espacio en blanco en el monitor.

La palabra es solo audible, se olvida por represión, se reprime por conveniencia. Pero la letra es imborrable, porque ocupa un espacio material, puede ser deleble en la conciencia pero indeleble en el mundo material. Con ello, no pretendo decir que la letra es más importante que la palabra, sino que cada una posee un significado simbólico al sujeto.

En este caso, la letra es antes que la palabra, y el deseo anterior a esta, porque el contratista es el primero en llevar a cabo el pacto, donde la letra, es el medio del que hace uso.

En cuanto al espacio en blanco donde se escribe el nombre del sujeto odiado. Este refiere a la nada, y a la vez un lugar. Es la nada reducida a un espacio único. Espacio donde se dirige el odio en forma de letra, en forma de nombre, en forma de sujeto.

Una vez que el contratista escribe el nombre y decide aceptar. Su petición es respondida, y nuevamente con letra, una respuesta indeleble, se le anuncia: Petición Aceptada Jigoku Shoujo.

Ocurre entonces la tercera fase: El pacto y la palabra. Aquí, Enma Ai cuestiona al contratista acerca de su llamado y el contratista puede o no exponer el motivo de su deseo de venganza, darle un fundamento a su odio.

Ella escucha al contratista, pero no es justicia, no venga a quien desea hacer bien, no responde por terceros y no emite juicios de moral o ética. Venga a quien siente odio, venga a quien desea la muerte y su propia muerte.

La palabra cura al sujeto, teje su realidad, permite hacer consiente lo inconsciente, pero el deseo de venganza se sobrepone a la conciencia, el odio halla un motivo de existencia. Y lo que aparentemente era consciente, era una respuesta de un yo desarticulado, un yo desvanecido.

Así, la chica del infierno, otorga al contratista un muñeco de paja con un cordón rojo atado en un lazo sencillo al cuello de mismo. Y procede a iniciar el pacto diciendo:

Si en verdad deseas vengarte, tira del hilo rojo. El destinatario de tu venganza será dirigido al infierno. Sin embargo, estás cavando dos tumbas, cuando mueras tu alma también descenderá a el.

Una vez otorgado el muñeco de paja, y terminado el pacto en palabra. La chica del infierno deja en manos del contratista no solo el muñeco de paja, sino el resto en su decisión.

Aquí, la chica del infierno sugiere ser el yo inestable, desarticulado y desvanecido del contratista, un yo fantasma, porque ella es inexistente, funge como la depositación de las culpas y las responsabilidades del contratista.

El muñeco de paja no representa a quien el contratista odia, sino al mismo contratista. Es su propio cuerpo hecho objeto.

Por su parte, el cortón simboliza sus angustias, sus represiones y posiblemente su propia liberación. De ello, que sea el contratista el único capaz de librarse de sus propias angustias.

Finalmente, la decisión queda en manos del propio contratista, quien con un yo inestable y desconfigurado, deberá decidir si tirar o no del cordón.

Pasamos entonces a la cuarta fase, Conciencia e inconsciencia. Con un yo desconfigurado, y con el muñeco de paja como objeto fehaciente del pacto, el contratista debe tomar una decisión, únicamente viéndose impulsado por el ello, o retenido por el superyó. Porque el yo, se halla nulo, fantasma y depositado en la inexistencia, pero sobre todo libre de culpa.

Si el contratista no tira del cordón, el muñeco desaparece, y con ello el contrato termina. A partir de entonces, el contratista deberá vivir con sus angustias, el dolor, y el odio e irse librando de ellos.

Sin embargo, si este tira del cordón, sucede la quita fase: Venganza concedida. Aquí, morirá el sujeto odiado por el contratista, regocijándolo; pero, no es el sufrimiento que pase o pasara el odiado lo que regocija al contratista, sino el hecho de su no existencia.

Por último, la fase final: la marca mortal, implica dos aspectos. El primero es la marca que aparece en el cuerpo del contratista. Un tatuaje en el pecho que simboliza no solo la pertenecía de esa alma y cuerpo al infierno. Sino la marca mortal de la culpa del contratista.

Cuando el contratista deposita el yo desconfigurado en la chica del infierno, deposita además su culpa. El, no desea cargar con esta, pero la culpa le es devuelta en forma de sello, y con el sello su yo vengado. Es la marca tangible y mortal de su culpa, donde la simple omisión no basta.

La marca, le recordará no solo su odio, la venganza, el pacto y la culpa, sino su lugar en el infierno.

A partir de este momento, la vida del contratista se halla marcada. Ya no hay lugar para el pasado, ni para el futuro, solo para el presente.

Aquí, sucede entonces una incesante guerra anímica entre el ello y superyó; donde, el yo no tiene cabida, porque ante la muerte, ante la no existencia; el sujeto se ocupara de disfrutar al máximo los placeres, satisfacerá frenéticamente su libido y dará paso al goce.

Convertirá su culpa en narcicismo y egocéntria deliberados y con ello, dará origen a nuevos placeres.

O por tu parte, vivirá reprimido, defensivo, moral y ético, un yo abandonado así mismo, porque en lugar de ser amado por el superyó, se siente perseguido y odiado[5]. Un sujeto con el afán mudo de compensar su culpa, pero sobre todo de evitar la muerte y el infierno, a pesar de ser estos inevitables.



Así, concluyo este análisis. No sin antes decir las últimas palabras que escucha el sujeto odiado.

Oh, penosa sombra envuelta en la oscuridad. Tus acciones causan dolor y sufrimiento a la humanidad. Tu vacía alma se ahoga en tus pecados.

¿Te gustaría ver como es la muerte?


[1] Freud, S. (1922-1923) Psicoanálisis y teoría de la libido. Obras Completas. Vol. CXXI. Argentina. Amorrortu.

[2] Grande, A. (2007) Dolor, venganza y devastación. Recuperado de: El día: 10 de Octubre 2010.

[3] Mendel, G. (S/F) Sociopsicoanalisis II. Amorrortu.

[4] Freud, S. (1915) Consideraciones de actualidad sobre la Guerra y la Muerte. Obras Completas Vol. XCIV.

[5] Freud, S. La servidumbre del Yo. El Yo y el Ello. Obras Completas Vol. CXXV. Argentina. Amorrortu.
 
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