denarcien
Novenero
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- Mar 13, 2011
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Él experimentó una emoción de profundo regocijo al descubrir aquel cadáver; su mirada recorrió atentamente los alrededores, no había señales de la asesina, sin lugar a dudas este sería un día afortunado, pero debía darse prisa: los otros no tardarían en llegar.
Se acercó furtivamente al cuerpo inerte, el estómago abierto, sin vísceras, la cabeza apenas unida al tronco por algunas vértebras carentes de piel, sin embargo los ojos del muerto permanecían en su lugar, como una sutil invitación a saciar el hambre.
Hundió su rostro dentro de aquel despojo de carne, huesos y tendones: todavía podía sentirse algo de tibieza en él; a continuación le arrancó los globos oculares y los engulló con tal absorto deleite, que no se dio cuenta que la asesina lo acechaba.
De pronto, un poderoso zarpazo lo aplastó contra el piso: la leona había vuelto y esta vez se le antojaba carne de buitre.
Se acercó furtivamente al cuerpo inerte, el estómago abierto, sin vísceras, la cabeza apenas unida al tronco por algunas vértebras carentes de piel, sin embargo los ojos del muerto permanecían en su lugar, como una sutil invitación a saciar el hambre.
Hundió su rostro dentro de aquel despojo de carne, huesos y tendones: todavía podía sentirse algo de tibieza en él; a continuación le arrancó los globos oculares y los engulló con tal absorto deleite, que no se dio cuenta que la asesina lo acechaba.
De pronto, un poderoso zarpazo lo aplastó contra el piso: la leona había vuelto y esta vez se le antojaba carne de buitre.