No recuerdo como empezó, estaba viviendo un día normal, sin ningún mal que se hiciera cuando un pequeño bulto negro apareció en un árbol, parecía un ave, no le di importancia, que equivocado iba a estar, seguí mi camino al trabajo en la ventana lo veía pasando de un lado al otro, en la casa, en todos lados, no me dejaba en paz en ningún momento. Mis esposa estaba muy confundida a lo que le explicaba y me recomendó un psiquiatra, era tu imaginación me decía, hasta que una noche salí a matar a mi terrible atormentador, esquivando batazos y en seguida me atacó encajándome sus garras.
Encamorrado afuera de la casa mi esposa me levantó, nunca debí darle la mano para que me ayudara, pero estaba feliz, el ave o lo que fuera ya no me perseguía volviendo a mi vida normal hasta que un día, una gran parvada de cuervos alrededor de mi hogar se amontonaban, intenté ahuyentarlos pero regresaban una y otra vez; así fue por varios días y a mi mujer le empezaba a dar miedo ya que todas las miradas de esos engendros se iban hacia ella, el día antes de ir a trabajar le dije que todo iba a estar bien, le di un beso y esa fue la última vez que la vi con vida, ya que todo se iría al infierno.
Cuando llegué del trabajo todos me veían con tristeza, ¿qué pasaba? Esteban mi vecino me abrazó y cuando escuché lo que me dijo me quebré totalmente, Clara mi mujer que había amado toda la vida la habían asesinado, pasaron los días y apenas estaba asimilando todo cuando Esteban también murió, la noticia corrió como pólvora y todos empezaron a preocuparse, ¿cómo en un vecindario tan tranquilo pasaba esto? Y como si fuera una plaga todos a quienes estimaba y quería iban muriendo, hasta que descubrí quien era el culpable, nada más y nada menos que yo, matando involuntariamente sin saber cómo.
¿Yo hacía todo eso? ¿Pero cómo? ¿Algo fuera de lo normal? No creía en fantasmas y esas cosas pero tenía que estar seguro, busqué por muchos lados hasta que encontré a una anciana que y me dijo que lo provocaba, un animal maldito, un cuervo que contiene la maldición más grande, la muerte de todo ser amado. Ya no podía tocar a nadie, dar una caricia, un beso o un simple saludo, ahora sentía lo que el rey Midas y vivir en la completa soledad. ¿Cuánto tiempo fue?, quien sabe, pensaba que estaba muerto por que no me moví como un mes, ya no sentía hambre, ni frío, ni nada empecé a sentir la necesidad de… matar.
Ese pensamiento que cada vez se hacía más grande y no podía evitar, así que decidí acabar con esto me suicidaría, quería ser libre y si esa era la única manera pues que así fuera.
Colgarme fue lo primero que se me ocurrió era fácil, rápido y más si usaba alambre, no titubeé en ningún momento, solté la silla que me mantenía atado en este mundo pero lo único que paso fue… nada, sentía como mi traque se rompía, pero la muerte nunca llegó, ¿estaba soñando? ¿O mi alma no se despegaba de mi cuerpo? No, no podía morir, estaba muerto pero no del todo, era un fantasma que todos podían ver, errante en este mundo con el pensamiento de ver morir por mi toque, el toque que les traería la muerte a todos, pero ¿acaso podría ser el heraldo de la muerte? No tuve más que aceptarlo.
Todos por igual, niños, adultos y ancianos, un saludo cordial y en pocos días muertos en sus hogares o en las calles; dejó de importarme, ahora quería ver como llegaban ellos para matarlos siendo el cuervo el que avisaba que su muerte era inminente. Y si sentí como me estaba transformando en un mostro, testigo mudo del fin de las personas que justa o injustamente terminarían su vida con un gran terror que me inspiraban a continuar y gustarme cada vez más. Hasta olvidé quien fui, ya solo era una entidad de sufrimiento a quién nadie podían parar y fue cuando llegó el ser que me traería mi fin.
Ese ser desterraba todo la oscuridad y la transformaba en luz y paz, salvando a la gente de mi toque, me lo encontré varias veces incitándolo a que me atacara pero solo me observaba y se iba anulando ese toque cada vez que volvía a intentarlo o convirtiéndolo en una gran confianza. Con toda la ira acumulada de ya no poder realizar ese trabajo que me encantaba y que me hacía sentir con vida, así que lo busqué desesperadamente por todos lados, hasta que por fin lo encontré. Esas ganas de matar concentradas en mi némesis, pero ¿Y si era como yo? ¿Y si no podía morir? Con mucho que perder me le enfrenté.
Una enorme lucha dio pero acabe con él, pero que cruel es el destino, Clara era esa persona que tanto odiaba, fui estúpidamente ciego al querer llevar todo esa muerte que mi corazón pudrió todo ese amor que le tenía y estaba ahí especialmente para ella. Despertó de nuevo los sentimientos que creía nunca más iba a recuperar; todo lo que hice, ¿tendría perdón? ¿Podría redimirme? ¿Remendar lo que hice?
Encamorrado afuera de la casa mi esposa me levantó, nunca debí darle la mano para que me ayudara, pero estaba feliz, el ave o lo que fuera ya no me perseguía volviendo a mi vida normal hasta que un día, una gran parvada de cuervos alrededor de mi hogar se amontonaban, intenté ahuyentarlos pero regresaban una y otra vez; así fue por varios días y a mi mujer le empezaba a dar miedo ya que todas las miradas de esos engendros se iban hacia ella, el día antes de ir a trabajar le dije que todo iba a estar bien, le di un beso y esa fue la última vez que la vi con vida, ya que todo se iría al infierno.
Cuando llegué del trabajo todos me veían con tristeza, ¿qué pasaba? Esteban mi vecino me abrazó y cuando escuché lo que me dijo me quebré totalmente, Clara mi mujer que había amado toda la vida la habían asesinado, pasaron los días y apenas estaba asimilando todo cuando Esteban también murió, la noticia corrió como pólvora y todos empezaron a preocuparse, ¿cómo en un vecindario tan tranquilo pasaba esto? Y como si fuera una plaga todos a quienes estimaba y quería iban muriendo, hasta que descubrí quien era el culpable, nada más y nada menos que yo, matando involuntariamente sin saber cómo.
¿Yo hacía todo eso? ¿Pero cómo? ¿Algo fuera de lo normal? No creía en fantasmas y esas cosas pero tenía que estar seguro, busqué por muchos lados hasta que encontré a una anciana que y me dijo que lo provocaba, un animal maldito, un cuervo que contiene la maldición más grande, la muerte de todo ser amado. Ya no podía tocar a nadie, dar una caricia, un beso o un simple saludo, ahora sentía lo que el rey Midas y vivir en la completa soledad. ¿Cuánto tiempo fue?, quien sabe, pensaba que estaba muerto por que no me moví como un mes, ya no sentía hambre, ni frío, ni nada empecé a sentir la necesidad de… matar.
Ese pensamiento que cada vez se hacía más grande y no podía evitar, así que decidí acabar con esto me suicidaría, quería ser libre y si esa era la única manera pues que así fuera.
Colgarme fue lo primero que se me ocurrió era fácil, rápido y más si usaba alambre, no titubeé en ningún momento, solté la silla que me mantenía atado en este mundo pero lo único que paso fue… nada, sentía como mi traque se rompía, pero la muerte nunca llegó, ¿estaba soñando? ¿O mi alma no se despegaba de mi cuerpo? No, no podía morir, estaba muerto pero no del todo, era un fantasma que todos podían ver, errante en este mundo con el pensamiento de ver morir por mi toque, el toque que les traería la muerte a todos, pero ¿acaso podría ser el heraldo de la muerte? No tuve más que aceptarlo.
Todos por igual, niños, adultos y ancianos, un saludo cordial y en pocos días muertos en sus hogares o en las calles; dejó de importarme, ahora quería ver como llegaban ellos para matarlos siendo el cuervo el que avisaba que su muerte era inminente. Y si sentí como me estaba transformando en un mostro, testigo mudo del fin de las personas que justa o injustamente terminarían su vida con un gran terror que me inspiraban a continuar y gustarme cada vez más. Hasta olvidé quien fui, ya solo era una entidad de sufrimiento a quién nadie podían parar y fue cuando llegó el ser que me traería mi fin.
Ese ser desterraba todo la oscuridad y la transformaba en luz y paz, salvando a la gente de mi toque, me lo encontré varias veces incitándolo a que me atacara pero solo me observaba y se iba anulando ese toque cada vez que volvía a intentarlo o convirtiéndolo en una gran confianza. Con toda la ira acumulada de ya no poder realizar ese trabajo que me encantaba y que me hacía sentir con vida, así que lo busqué desesperadamente por todos lados, hasta que por fin lo encontré. Esas ganas de matar concentradas en mi némesis, pero ¿Y si era como yo? ¿Y si no podía morir? Con mucho que perder me le enfrenté.
Una enorme lucha dio pero acabe con él, pero que cruel es el destino, Clara era esa persona que tanto odiaba, fui estúpidamente ciego al querer llevar todo esa muerte que mi corazón pudrió todo ese amor que le tenía y estaba ahí especialmente para ella. Despertó de nuevo los sentimientos que creía nunca más iba a recuperar; todo lo que hice, ¿tendría perdón? ¿Podría redimirme? ¿Remendar lo que hice?