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Respuesta: Rol Superheroes [Oneshots - Autonclusiv
“Dude y la Biblioteca”
Me da gusto tenerlos otra vez por aquí. Veamos, ¿qué puedo contarles esta vez sobre The Dude? Mmm... Podría hablarles sobre Barbarroja y el misterio que lo envuelve, así como los extraños hilos que lo conectan con nuestro protagonista. Pero no es momento para ello, hay todo un mundo que aún tendrían que conocer para que no sea solo otra historia barata.
Oh, vaya, claro. Sí hay una historia que tal vez les interese saber. Se trata de la vez que Dude fue a la biblioteca de Los Desagües, un lugar tan viejo y tan poco visitado que su mejor cliente sigue siendo el polvo. Si esta biblioteca tiene nombre, ya nadie lo recuerda, porque ¿a quién le puede interesar? Son solo libros apilados en largas y enormes estanterías, especialmente en la era informática que vivimos, pues... el papel ya no convoca como lo hacía en sus mejores tiempos.
Entonces, exactamente, ¿qué es lo que un tipo como Dude podría estar haciendo en un sitio como este? Recordemos que es un vago empedernido al que le gusta escuchar rock, fumar marihuana, tomar alcohol y pasear en su Chevy. No es que se trate de un ignorante, porque en materia de filosofía hippie y socialismo se defiende bastante bien. Pero no, a Jeff no le interesa presentarse en la biblioteca de este barrio (especialmente de este barrio), así que vino por otra razón: cumple los favores que debe.
Y actualmente hay tres personas con las que tiene una deuda, y esas son Jack Harbor, Bobby Donowitz e Eastwood. ¿No sabes por qué? Pues revisa el número anterior, despistado, ahí tendrás la respuesta. De todas formas, el primer favor se lo cobró Eastwood, ese yanqui fumador de puros y ex soldado de alguna guerra pasada. No tengo muy claro lo que quería exactamente Eastwood con la biblioteca, ni tampoco en qué consistía el favor, tengo que revisar la conversación que tuvieron en el bowling hace dos días...
-Perdona, East, sigo sin entender cuál es tu problema con Al, es un buen hombre –dijo con calma Dude mientras se limpiaba los restos de leche de ruso blanco de su bigote.
-Alfredo Bonifacio es un convicto y ex miembro de la Alianza Siciliana, necesito que te metas ahí y me traigas al menos una prueba de eso así puedo meterle un tiro entre ceja y ceja –respondió Eastwood, mirándolo a través de sus lentes de sol espejados.
-Eso fue hace más de cuarenta años, el hombre ya tiene 83, por Dios santo. ¿No crees que ya está un poco viejo como para seguir pagando deudas vencidas?
-¡Los Bonifacio fueron los responsables del atentado de 1962 al Restaurante de los Últimos Días! ¡Los mormones no olvidamos! –exclamó irritado Eastwood golpeando la mesa del bowling con su puño.
Jeff se estremeció en su asiento y afirmó con su mano el vaso de ruso blanco que salpicó un poco sobre las hojas de puntajes.
-De acuerdo, de acuerdo, iré a ver qué encuentro allí. Sólo relájate, ¿de acuerdo?
Dude estaba seguro que con su habilidad para escuchar pensamientos sería más que suficiente, solo esperaba no encontrar ninguna prueba que terminara mandando a Al a una visita a la morgue. Para colmo todo el problema se debía a un jodido restaurante y a un atentado al que nunca nadie le había llevado el apunte.
Así fue como Dude terminó estacionando su viejo Chevy junto a la acera frente a la biblioteca... bueno, con una rueda sobre la acera, cabe aclarar. Salió del coche mientras apagaba su cigarrillo, y le echó una mirada a la fachada antigua y venida a menos.
Lanzó un suspiro una vez que estuvo frente a la puerta y sin más miramientos se decidió a entrar. Se trataba sin duda de un verdadero santuario del silencio, ni siquiera se oía el aletear de algún insecto. Parecía que el lugar estuviese detenido en el tiempo y en una primera revisión no encontró rastros de Al Bonifacio, el bibliotecario.
Jeff empezó a caminar relajadamente entre las estanterías, sin pensar en nada en particular. No tenía problemas (al menos que él recordase) y su mundo se debatía entre tomar, fumar y jugar bowling.
La idea de fumarse un buen porro de marihuana se instaló en su cabeza y comenzó a germinar con rapidez. No parecía haber nadie por allí para impedírselo, por lo que con toda normalidad empezó a prepararse uno. Una vez que lo encendió, su cuerpo se vio colmado de paz y calma.
Empezó a silbar un tema de Bob Dylan mientras seguía fumando, hasta que en una especie de escritorio al fondo del salón encontró un volumen gordo y enorme. Este estaba abierto y el título en aquella página rezaba algo sobre mitología celta. Dude mantuvo el porro en sus labios y empezó a echarle una ojeada al texto, sin entender al principio de qué iba todo aquel rollo.
Con tanto humo apenas podía ver que se trataba sobre un Teutates y sus amigos Taranis y Esez... o Esus... Si, Esus dice. Y el poder de tres cosas perdidas, y un yelmo, y la profecía del Guardián Celta y el fin de los dioses.
Dude dio unos pasos hacia atrás medio mareado y se quitó el porro de la boca, intentando ordenar un poco sus pensamientos. Eso si que era un montón de mierda barata junta, y no tenía tiempo para eso, precisamente.
De repente escuchó un ruido que llamó su atención, venía de lo que parecía era una habitación adjunta no muy lejos de donde estaba él. Caminó prudentemente hacia aquel sonido y se encontró al viejo Al arrastrando un baúl de madera hacia una compuerta en el suelo. Lo que parecía ser un cofre presentaba una serie de dibujos y trazos que daban la sensación de ser bastante antiguos.
Adornando los candados del cofre había un símbolo que juntaba una espada en vertical, un casco y una armadura, nada que realmente entendiera Jeff.
-¡Ey! ¡¿Quién está ahí?! –exclamó medio asustado y medio alerta el viejo Al.
Dude levantó rápido la vista y dio unos pasos hacia atrás sintiéndose descubierto. Muy torpemente se tropezó con un banco e intentó sujetarse de una estantería contra una pared para evitar caer, pero finalmente se vino abajo con libros incluidos.
Jeff se acomodó los lentes y observó con una sonrisa culpable al bibliotecario que estaba parado frente a él.
-Tenías que ser tú, Dude. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
-Hey, Al, que bueno verte, viejo –respondió el aludido mientras se ponía de pie.- De verdad que te echamos de menos en el bowling, tú y el resto de los tanos, eran todos unas fieras.
El anciano comenzó a olisquear con avidez mientras giraba su rostro a uno y otro lado.
-¿Qué es ese olor? ¿Estuviste fumando aquí?
-¿Yo? No, no, sabes que dejé eso hace como... puff, me estoy cuidando, ¿sabes? –dijo Dude mientras arrojaba los restos del porro detrás del escritorio.
“Malditos drogadictos que no tienen nada mejor que hacer. ¿Habrá visto el baúl? Lo mejor va a ser que se vaya, tengo que echarlo” pensó bastante alto Al Bonifacio, para deleite de Jeff que podía escucharlo.
-Escucha, Al, quería preguntarte algunas cosas sobre tu vida, tu pasado –comentó Dude mientras se rascaba la barba de varios días.- Siento que no te conozco, ¿qué me cuentas? ¿Hasta que edad viviste en Italia?
El viejo lo miró desconfiado y sin ninguna gana de hablar, mucho menos de sí mismo. Inspiró con fuerza y luego comenzó a recoger los libros en el suelo para devolverlos al estante.
-No entiendo qué quieres saber.
“Perfecto, ahora tengo que soportar este interrogatorio. ¿Qué querrá conmigo? Dude es sin duda un verdadero enigma. No importa, tengo que echarlo, el cofre es más importante”.
Jeff se mordió el labio, empezaba a darle bastante curiosidad lo que se escondía en aquel otro cuarto. ¿Sería cierto que Al formó parte de una familia mafiosa de Sicilia? ¿Participó de un atentado como tanto dice Eastwood?
-¡Ey! ¡Dude! No necesito que pierdas mi tiempo, así que si puedes retirarte mejor, tengo que cerrar.
Volviendo de su nube de pensamientos, Jeff intentó ganar algo más de tiempo.
-De acuerdo, de acuerdo, solo quería saber si tuviste una familia, o cuando llegaste a Nine City, o si vinist--
El bibliotecario lo tomo por el brazo y prácticamente lo arrastró hacia la entrada. Murmuraba fastidiosamente varias disculpas por el poco tiempo, pero que necesitaba estar solo.
Así sin más nuestro protagonista se vio de nuevo en la vereda fuera de la Biblioteca. Escupió en el suelo y caminó con calma hacia la cabina telefónica más cercana, siempre con las manos en los bolsillos. Tal vez un día de estos tendría que conseguirse uno de esos celulares. Le sucedió una vez que el superhéroe callejero... Rojo algo... Creo que Oso Rojo, necesitaba de su colaboración y no pudo comunicarse con él. Terminaron encontrándolo en el río contaminado que separa Los Desagües de la parte linda y fresca de Nine City. Los supers no suelen tener mucha suerte en este lado de la ciudad, aparentemente.
Jeff se metió en la cabina y con toda la pereza del mundo metió las pocas monedas que llevaba encima. Fueron cinco tonos antes de que alguien atendiera del otro lado.
-Eastwood al habla.
-Hey, hermano, es Dude.
-¿Pudiste averiguar algo de ese hijo de perra?
-Si, mira... Todo el asunto es medio complicado, me apena decir. Hay algunas variantes fuera de la pintura... –comentó Jeff mientras se apoyaba contra la pared de cristal.
-¿A qué te refieres?
Dude sabía que tenía que inventarse algo rápido porque se le agotaba la tarifa. Algo simple y no demasiado disparatado...
-Muy posiblemente Al sea mormón también. Creo que te confundiste a los Bonifacio con los... eh... Banfredacio... si, también sicilianos.
-...
-Así es. Oye, lo siento, hermano, pero ya los vamos a encontrar.
-Uff... de acuerdo. Gracias por todo, Dude.
La llamada se cortó y Jeff tuvo tiempo de volver a su viejo Chevy para encenderse otro porro. Demasiados problemas para un tipo tan simple, lo mejor sería olvidar toda aquella tarde y esperar a las semifinales del campeonato de bowling.
THE DUDE
(Vol 1) #2
(Vol 1) #2
“Dude y la Biblioteca”
Me da gusto tenerlos otra vez por aquí. Veamos, ¿qué puedo contarles esta vez sobre The Dude? Mmm... Podría hablarles sobre Barbarroja y el misterio que lo envuelve, así como los extraños hilos que lo conectan con nuestro protagonista. Pero no es momento para ello, hay todo un mundo que aún tendrían que conocer para que no sea solo otra historia barata.
Oh, vaya, claro. Sí hay una historia que tal vez les interese saber. Se trata de la vez que Dude fue a la biblioteca de Los Desagües, un lugar tan viejo y tan poco visitado que su mejor cliente sigue siendo el polvo. Si esta biblioteca tiene nombre, ya nadie lo recuerda, porque ¿a quién le puede interesar? Son solo libros apilados en largas y enormes estanterías, especialmente en la era informática que vivimos, pues... el papel ya no convoca como lo hacía en sus mejores tiempos.
Entonces, exactamente, ¿qué es lo que un tipo como Dude podría estar haciendo en un sitio como este? Recordemos que es un vago empedernido al que le gusta escuchar rock, fumar marihuana, tomar alcohol y pasear en su Chevy. No es que se trate de un ignorante, porque en materia de filosofía hippie y socialismo se defiende bastante bien. Pero no, a Jeff no le interesa presentarse en la biblioteca de este barrio (especialmente de este barrio), así que vino por otra razón: cumple los favores que debe.
Y actualmente hay tres personas con las que tiene una deuda, y esas son Jack Harbor, Bobby Donowitz e Eastwood. ¿No sabes por qué? Pues revisa el número anterior, despistado, ahí tendrás la respuesta. De todas formas, el primer favor se lo cobró Eastwood, ese yanqui fumador de puros y ex soldado de alguna guerra pasada. No tengo muy claro lo que quería exactamente Eastwood con la biblioteca, ni tampoco en qué consistía el favor, tengo que revisar la conversación que tuvieron en el bowling hace dos días...
-Perdona, East, sigo sin entender cuál es tu problema con Al, es un buen hombre –dijo con calma Dude mientras se limpiaba los restos de leche de ruso blanco de su bigote.
-Alfredo Bonifacio es un convicto y ex miembro de la Alianza Siciliana, necesito que te metas ahí y me traigas al menos una prueba de eso así puedo meterle un tiro entre ceja y ceja –respondió Eastwood, mirándolo a través de sus lentes de sol espejados.
-Eso fue hace más de cuarenta años, el hombre ya tiene 83, por Dios santo. ¿No crees que ya está un poco viejo como para seguir pagando deudas vencidas?
-¡Los Bonifacio fueron los responsables del atentado de 1962 al Restaurante de los Últimos Días! ¡Los mormones no olvidamos! –exclamó irritado Eastwood golpeando la mesa del bowling con su puño.
Jeff se estremeció en su asiento y afirmó con su mano el vaso de ruso blanco que salpicó un poco sobre las hojas de puntajes.
-De acuerdo, de acuerdo, iré a ver qué encuentro allí. Sólo relájate, ¿de acuerdo?
Dude estaba seguro que con su habilidad para escuchar pensamientos sería más que suficiente, solo esperaba no encontrar ninguna prueba que terminara mandando a Al a una visita a la morgue. Para colmo todo el problema se debía a un jodido restaurante y a un atentado al que nunca nadie le había llevado el apunte.
Así fue como Dude terminó estacionando su viejo Chevy junto a la acera frente a la biblioteca... bueno, con una rueda sobre la acera, cabe aclarar. Salió del coche mientras apagaba su cigarrillo, y le echó una mirada a la fachada antigua y venida a menos.
Lanzó un suspiro una vez que estuvo frente a la puerta y sin más miramientos se decidió a entrar. Se trataba sin duda de un verdadero santuario del silencio, ni siquiera se oía el aletear de algún insecto. Parecía que el lugar estuviese detenido en el tiempo y en una primera revisión no encontró rastros de Al Bonifacio, el bibliotecario.
Jeff empezó a caminar relajadamente entre las estanterías, sin pensar en nada en particular. No tenía problemas (al menos que él recordase) y su mundo se debatía entre tomar, fumar y jugar bowling.
La idea de fumarse un buen porro de marihuana se instaló en su cabeza y comenzó a germinar con rapidez. No parecía haber nadie por allí para impedírselo, por lo que con toda normalidad empezó a prepararse uno. Una vez que lo encendió, su cuerpo se vio colmado de paz y calma.
Empezó a silbar un tema de Bob Dylan mientras seguía fumando, hasta que en una especie de escritorio al fondo del salón encontró un volumen gordo y enorme. Este estaba abierto y el título en aquella página rezaba algo sobre mitología celta. Dude mantuvo el porro en sus labios y empezó a echarle una ojeada al texto, sin entender al principio de qué iba todo aquel rollo.
Con tanto humo apenas podía ver que se trataba sobre un Teutates y sus amigos Taranis y Esez... o Esus... Si, Esus dice. Y el poder de tres cosas perdidas, y un yelmo, y la profecía del Guardián Celta y el fin de los dioses.
Dude dio unos pasos hacia atrás medio mareado y se quitó el porro de la boca, intentando ordenar un poco sus pensamientos. Eso si que era un montón de mierda barata junta, y no tenía tiempo para eso, precisamente.
De repente escuchó un ruido que llamó su atención, venía de lo que parecía era una habitación adjunta no muy lejos de donde estaba él. Caminó prudentemente hacia aquel sonido y se encontró al viejo Al arrastrando un baúl de madera hacia una compuerta en el suelo. Lo que parecía ser un cofre presentaba una serie de dibujos y trazos que daban la sensación de ser bastante antiguos.
Adornando los candados del cofre había un símbolo que juntaba una espada en vertical, un casco y una armadura, nada que realmente entendiera Jeff.
-¡Ey! ¡¿Quién está ahí?! –exclamó medio asustado y medio alerta el viejo Al.
Dude levantó rápido la vista y dio unos pasos hacia atrás sintiéndose descubierto. Muy torpemente se tropezó con un banco e intentó sujetarse de una estantería contra una pared para evitar caer, pero finalmente se vino abajo con libros incluidos.
Jeff se acomodó los lentes y observó con una sonrisa culpable al bibliotecario que estaba parado frente a él.
-Tenías que ser tú, Dude. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
-Hey, Al, que bueno verte, viejo –respondió el aludido mientras se ponía de pie.- De verdad que te echamos de menos en el bowling, tú y el resto de los tanos, eran todos unas fieras.
El anciano comenzó a olisquear con avidez mientras giraba su rostro a uno y otro lado.
-¿Qué es ese olor? ¿Estuviste fumando aquí?
-¿Yo? No, no, sabes que dejé eso hace como... puff, me estoy cuidando, ¿sabes? –dijo Dude mientras arrojaba los restos del porro detrás del escritorio.
“Malditos drogadictos que no tienen nada mejor que hacer. ¿Habrá visto el baúl? Lo mejor va a ser que se vaya, tengo que echarlo” pensó bastante alto Al Bonifacio, para deleite de Jeff que podía escucharlo.
-Escucha, Al, quería preguntarte algunas cosas sobre tu vida, tu pasado –comentó Dude mientras se rascaba la barba de varios días.- Siento que no te conozco, ¿qué me cuentas? ¿Hasta que edad viviste en Italia?
El viejo lo miró desconfiado y sin ninguna gana de hablar, mucho menos de sí mismo. Inspiró con fuerza y luego comenzó a recoger los libros en el suelo para devolverlos al estante.
-No entiendo qué quieres saber.
“Perfecto, ahora tengo que soportar este interrogatorio. ¿Qué querrá conmigo? Dude es sin duda un verdadero enigma. No importa, tengo que echarlo, el cofre es más importante”.
Jeff se mordió el labio, empezaba a darle bastante curiosidad lo que se escondía en aquel otro cuarto. ¿Sería cierto que Al formó parte de una familia mafiosa de Sicilia? ¿Participó de un atentado como tanto dice Eastwood?
-¡Ey! ¡Dude! No necesito que pierdas mi tiempo, así que si puedes retirarte mejor, tengo que cerrar.
Volviendo de su nube de pensamientos, Jeff intentó ganar algo más de tiempo.
-De acuerdo, de acuerdo, solo quería saber si tuviste una familia, o cuando llegaste a Nine City, o si vinist--
El bibliotecario lo tomo por el brazo y prácticamente lo arrastró hacia la entrada. Murmuraba fastidiosamente varias disculpas por el poco tiempo, pero que necesitaba estar solo.
Así sin más nuestro protagonista se vio de nuevo en la vereda fuera de la Biblioteca. Escupió en el suelo y caminó con calma hacia la cabina telefónica más cercana, siempre con las manos en los bolsillos. Tal vez un día de estos tendría que conseguirse uno de esos celulares. Le sucedió una vez que el superhéroe callejero... Rojo algo... Creo que Oso Rojo, necesitaba de su colaboración y no pudo comunicarse con él. Terminaron encontrándolo en el río contaminado que separa Los Desagües de la parte linda y fresca de Nine City. Los supers no suelen tener mucha suerte en este lado de la ciudad, aparentemente.
Jeff se metió en la cabina y con toda la pereza del mundo metió las pocas monedas que llevaba encima. Fueron cinco tonos antes de que alguien atendiera del otro lado.
-Eastwood al habla.
-Hey, hermano, es Dude.
-¿Pudiste averiguar algo de ese hijo de perra?
-Si, mira... Todo el asunto es medio complicado, me apena decir. Hay algunas variantes fuera de la pintura... –comentó Jeff mientras se apoyaba contra la pared de cristal.
-¿A qué te refieres?
Dude sabía que tenía que inventarse algo rápido porque se le agotaba la tarifa. Algo simple y no demasiado disparatado...
-Muy posiblemente Al sea mormón también. Creo que te confundiste a los Bonifacio con los... eh... Banfredacio... si, también sicilianos.
-...
-Así es. Oye, lo siento, hermano, pero ya los vamos a encontrar.
-Uff... de acuerdo. Gracias por todo, Dude.
La llamada se cortó y Jeff tuvo tiempo de volver a su viejo Chevy para encenderse otro porro. Demasiados problemas para un tipo tan simple, lo mejor sería olvidar toda aquella tarde y esperar a las semifinales del campeonato de bowling.