Respuesta: La tierra del sol naciente.
El invierno empezaba a mostrar toda su furia en Luna pequeña aldea a varios días de la capital del clan del Fénix, como bien sabían los habitantes de esta, que ya se preparan para almacenar todo el alimento que podían en los almacenes, aunque todos sabían que no tenían suficiente para pasar la estación, sin embargo, intentaban afrontarlo con optimismo y con las esperanzas que los líderes de los clanes en la corte del invierno les ayudara en lo posible. Pero así no pensaba el joven campesino Huang- Chi:
- Míralos- dijo este observando a lo lejos la gran estructura del palacio -, en su fortaleza con cientos de banquetes a su disposición, mujeres y todo lo que desearan, mientras nosotros nos moriros de hambre ahí fuera. Si el emperador no estuviera ahí, para poner su sabiduría y su autoridad, seguro que nos dejarían morir aquí.
- Si, he odio que el Oni Tsukai se ha alojado en el Kyuden,- su compañero Nian hizo un signo de protección ante la mención del hechicero- si alimañas como esa pueden estar allí, hasta el cerdo podría comer allí.
- Espero que lo estén preparando para ajusticiar a esa bestia, en fin olvidémonos de eso y ayúdame a cargar el trigo, creo que a Keiko ya le cuesta bastante por sí solo.
Los dos campesinos se dirigieron al pequeño granero, donde con un rastrillo un joven ordenaba el trigo en montones, aunque al llegar Huang y Nian observaron que Keiko parecía estar nervioso, cogiendo tembloroso la herramienta.
- ¡Keiko! ¿Estás bien, amigo? Venimos a ayudarte. – dijo Huang
El aludido solo empezó a susurrar para sí, sin volverse a mirar a sus compañeros-
-¿Keiko?
- Están en mi cabeza- dijo por fin, tremendamente nervioso - ¡Las voces! ¡No se callan! ¡Haz que paren!
- ¡Esta poseído!- advirtió Huang quien se había encontrado con algunos casos antes– Que venga la sacerdotisa Fénix
-¿Hay una sacerdotisa? - se extraño Nian
- Si, estaba de paso en la aldea – contesto Huang quien trataba de inmovilizar al poseído, ¡ahora rápido llámala! está empeorando por momentos
Y así era, pues el joven campesino, ahora no paraba de gritar palabras sin sentido, agarrándose la cabeza y moviéndose de u lado a otro con cada vez más violencia. Entonces, la piel de Keiko empezó a oscurecerse y los que estaban a su alrededor, observaron espantados como una sombra salida de la nada se tragaba la figura del campesino, que envuelto en la oscuridad, volvió a coger el rastrillo y de repente, se lo clavo a Huang en el estomago, esparciendo el pánico entre la gente. El herido aldeano, sintió entonces que una sombra igual que la que se había apoderado de su amigo, salía del rastrillo y le atrapaba a él, destruyendo su alma en cuestión de segundos.
La sacerdotisa Fénix Sin, quien era en ese momento, una de las más avanzadas del clan Fénix, observo aterrada como la misma maldición que infesto a Keiko y a Huang, llegaba al resto de aldeanos, que imponentes gritaban de terror mientras la oscuridad se apropiaba uno por uno. Sin intento con un poderoso cantico espantar a lo que fuera que provocaba el caos, pero no logro nada y tenía la terrible idea de que nada de lo que hiciera solucionara eso. Es más, ¿cómo no había advertido la presencia de un ser tan poderoso? ¿Como no habían funcionado los sellos que esparció por el lugar para protegerse de espíritus malignos? Sus calibaciones desaparecieron cuando empezó a oír las mencionadas voces en su cabeza. Parecía como si un pueblo entero se lamentase en su cerebro, su idioma le era desconocido pero resonaba atronador en su mente.
Sin embargo, incluso en su estado pudo no solo ver como el antaño guerrero Guerald aparecía ante ella, sino que consiguió pronunciar unas palabras que sumadas a un tatuaje en su cuerpo, hicieron que una potente luz que hubiera desterrado a poderosos demonios apareciera, sin efecto alguno en Guerald, que clavo su espada en el pecho de la sacerdote, que observando como la oscuridad le envolvía, junto sus últimas fuerzas t mando un mensaje de ayuda por toda la región, pero este, debilitado por la consumida alma de la mujer, solo llego al único ser que podía recibir y entender tan corrupto y débil mensaje.
El exorcista Zeth Nobunaga, que mezclaba pociones en la modesta habitación que los sirvientes le habían proporcionado a su llegada al palacio Kyuden. Por supuesto, los siervos habían estado atemorizados ante su presencia al igual que todos con los que se había encontrado desde su llegada, mirándole estos con desprecios y susurrando entre ellos, incluso algún valiente estúpido, preparo su arma para intentar atacar al odiado exorcista, aunque la presencia de los dos “monjes” impidió que de momento la cosa se viniese a mas. Pero de todas maneras, Zeth no salía de su habitación, donde recibía los informes que sus Onam le transmitían de lo que ocurría en palacio, que de momento no consiguió localizar a ningún espía, aunque sospechaba de algunos sirvientes y guardias del lugar, pero la llegada de los clanes al lugar, le impidió continuar sus investigaciones, centrándose en los recién llegados. Por ello, incluso en ese caos, los pequeños servidores del mago, lograron descubrir que uno de los representantes del clan Mantis, un ronin llamado Yamazaki fue secuestrado por un extraño shinobi. Zeth maldijo cuando se entero, pues entre todos los clanes, el Mantis era el que más despreciaba. Presumían de ser guerreros que ayudaban a los necesitados, pero el exorcista sabio que en su mayoría eran bandidos, asesinos, ladrones y samuráis cobardes. Sin embargo, cuando el hechicero se preparo para informar de esto, el mensaje de la sacerdotisa Sin le asalto, dejándolo inconsciente el tiempo suficiente para que por el mensaje psíquico, debilitado y corrupto, fue un facil conducto para un poderoso Oni que aprovecho para entrar al mundo real, atacando la mente del exorcista, apareciendo en medio de la habitación en forma de un rojo humo queso transformo en un gigantesco ogro:
- ¡Por fin libre! Bien, incompetente exorcista, tu serás el primero de una larga lista de almas que…
Pero Zeth, ya acostumbrado a este tipo de criaturas formulo unas palabras y unos grilletes apresaron a la criatura:
- Soy Zeth Nobunaga – la criatura pareció asustarse ante la mención del nombre, ya que entre los espiritus era conocido como " el encarcelador de almas" – y si no quieres que te fusione para siempre en un cadáver podrido, volverás al lugar de origen del mensaje y me contaras lo que ha pasado.
-.... Lo siento, pero no puedo hacerlo, dijo la criatura tras esfumarse durante uno segundos, volviendo poco después.
-¿Por qué no?
- Porque el que lo envió ha desaparecido, no encuentro su rastro – respondió el ogro
-Idiota, eres un demonio, busca su rastro espiritual y…
- Lo… he intentado, pero no existe, es como si lo que lo envió nunca hubiera existido – interrumpió tembloroso la criatura
-Hmm, ahora no tengo tiempo para eso, tengo asuntos que resolver en otra parte, pero quédate ahí, quizás aun seas de utilidad.
Zeth salió entonces de su habitación y recorro los pasillos, siendo evitado por cualquier. Llego a los jardines, donde esperando detectar el espíritu del ronin, empezó a dibujar un circulo sobre el suelo, esparciendo una de sus pociones por este, mientras recitaba unos versos, que le permitieron ver un poco del mundo espiritual, localizando así el rastro del espíritu, que para su sorpresa solo estaba a unos pocos metros de donde se encontraba, aunque algo parecía ir mal con este.
Así que, salió rápidamente del conjuro y llamo a sus Guardianes, por lo que cuando el confundido guerrero llego a donde se encontraba el sacerdote, las dos criaturas
-¿Quién está ahí ?– pregunto el ronin al ver a la figura del mago-Espera… ya sé quién eres, tu eres esa víbora asquerosa profanadora ¿qué diablos quieres?
- Y lo dice, un samurái sin honor, mira necio, me encantaría seguir esta sarta de insulto más tarde, porque vi como te secuestraban y ahora que has vuelto, he notado que algo está mal contigo… no es seguro que vayas a palacio, así que ven conmigo para que te examine- le solicito
- ¿Para qué juegues con mi alma y mi cuerpo? Antes prefiero morir- respondió Yamazaki desenvainando su espada y poniéndose en posición de combate.
- Estúpido ronin sin cerebro, si eso es lo que deseas – se dirigió a sus criaturas – dejadlo inconsciente, pero magulladle un poco, le vendrá bien. Los guardianes se quitaron las togas y desaparecieron fugaces, listos para cumplir las órdenes de su señor.